en la carrera

Sergio Méndez Jr.

En diciembre pasado me llevé ese típico mal momento que te llega cuando te enteras de la marcha de un amigo, y aquí amigo doble, puesto que su hijo nuestro compañero de siempre, también Sergio Méndez, es de esos reporteros gráficos que se hacen querer, como su padre. Decir Sergio Méndez, como diría el periodista y dramaturgo del rescate, Cirilo Leal, es hablar del sabio humor de las fiestas de invierno, del Carnaval santacrucero, con la sonrisa de quien quiere descubrir todo lo bueno que lleva dentro, y con el entrañable humor canario hacer reír a conocidos y a extraños. Recuerdo innumerables tardes de tertulia con Sergio Méndez Jr., el hombre de los billetes en el bolsillo. El hombre pegado al DIARIO DE AVISOS, por lo menos desde que yo llegué a él, que supo inculcar a su hijo, Sergio, nuestro gráfico, el que estar para los demás es lo primero. Quien me conoce sabe perfectamente que las carnavalendas no son mi plato fuerte, pero en estas fechas igual que me acuerdo de Vadita, no puedo olvidarme tampoco de Sergio Méndez, sobre todo en estos días de cabalgata y calle que a él le encantaban. Recuerdo esas tardes antes de entrar al periódico, o en las tertulias nocturnas, donde la sabiduría de don Sergio nos hacía callar a todos. No olvido las tardes en el Gran Vía, histórica cafetería de la antigua avenida del General Mora que regentaba Franco, rincón de la tertulia y la cultura periodística. En ella se dieron muchos Príncipes del Carnaval. Allí se concedían premios anualmente a los distintos personajes carnavaleros, y se les nombraba Príncipe del Carnaval. Los billetes de Jr. nos alegraron muchas tardes, y dieron repetidas risas. Aunque Sergio Méndez, padre, se despidió del Carnaval en 2010, cuando colgó su disfraz, creo que este año 2016 el Carnaval chicharrero le debe decir hasta siempre, al popular imitador de aquel inolvidable personaje de la serie Dallas, JR, que se emitió en los años ochenta y que él supo encarnar durante más de veinte años. Su personaje se ganaba al público en la calle, no solo a nuestra gente, sino a los turistas. Portaba su seriedad habitual y se acercaba al transeúnte de turno para hacerle entrega de sus míticos billetes de dólar que repartía durante los días del Carnaval. Hasta siempre, don Sergio.