BOXEO

El último irreverente cierra la puerta

Campillo, junto a Ibrahim López, después de un combate del tinerfeño en el campo del Rayo Vallecano. / JUAN LUIS RECIO
Campillo, junto a Ibrahim López, después de un combate del tinerfeño en el campo del Rayo Vallecano. / JUAN LUIS RECIO

Se va Gabriel Campillo del boxeo y no lo hace por la puerta de atrás. Su discurso de ayer en las redes sociales fue muy claro. “No me gusta andarme con rodeos, les comunico mi decisión de retirarme del mundo de la competición”, confesaba el fajador madrileño que esgrimía una razón de peso “mi mejor momento ya pasó y hay que ser realista y saber que no va a volver. Lo mejor es poner punto y final a mi carrera deportiva, la salud es lo primero y los golpes de más al final los vas a pagar”.

Campillo ha sido el último irreverente del boxeo español. Alto, zurdo, técnico, elegante, exquisito dentro y fuera del cuadrilátero. Jamás levantó la voz cuando le metieron la mano en el bolsillo y le sustrajeron, una y otra vez, combates que había ganado. Le ocurrió dos veces ante Karo Murat, también frente a Beibut Shumenov y el más flagrante de todos los atracos, ante Tavoris Cloud.

“El boxeo no ha sido justo con Gabriel, de no haberle robado el combate contra Cloud, al igual que muchos otros, probablemente no estaríamos hablando de esto ahora”, reflexionaba ayer Ibrahim López después de enterarse del anuncio de su retirada. El de Candelaria conoció a Campillo muy de cerca porque fue su sparring antes del combate que el madrileño le ganó a Hugo Hernán Garay con el título de campeón mundial WBA del peso semipesado en juego.

“Las grandes noches de boxeo que le dio a los aficionados perdurarán siempre en la retina de todos”, aseguraba ayer un Ibrahim que no dudaba en reconocer que “cuando lo vi por primera vez en Tenerife me quedé impresionado”.

La primera gran noche

Y es que Tenerife marcó un antes y un después en la trayectoria profesional de Gabriel Campillo. Un 3 de diciembre de 2005 el vallecano se presentó en la Isla como víctima propiciatoria para que Juan Nelongo Howard retuviera su título de campeón nacional del peso semipesado. Y la víctima se convirtió en verdugo venciando al final de los 10 asaltos y llevándose el cinturón a su barrio de Vallecas.

Gabriel Campillo saluda a los aficionados en la presentación justo antes de iniciarse su combate frente a Beterbiev. / DA
Gabriel Campillo saluda a los aficionados en la presentación justo antes de iniciarse su combate frente a Beterbiev. / DA

“Ha sido un boxeador muy completo, seguro en el combate y muy variado en el golpeo, un zurdo muy complicado de alcanzar para llegar a golpearle”, recordaba el mismo Howard mientras aseguraba que “cuando le llegabas él casi siempre te llegaba a tí y te metía el doble de golpes”. Para el ex campeón nacional, Campillo fue referencia por su condición de gran deportista y por ser “una persona muy familiar en su casa y con los suyos”.

Y para el mismo Campillo aquella velada tiene un sabor a nostalgia… y a importancia. “Fue una de esas noches que uno recuerda toda su vida, porque fue uno de los pocos puntos de inflexión que hay en nuestra vida, donde el resultado de todo un futuro, o de gran parte de él, se juega en apenas 39 minutos”, reflexionaba ayer por la tarde el ex campeón mundial que la recordaba “como la noche en que supe realmente lo que era la presión, lo que era la responsabilidad. Lo que era estar encerrado en las 16 cuerdas con alguien que no va a dejar de perseguirte, de golpearte, que va a dejar hasta su última gota de sangre en intentar proteger eso que tu deseas, ese cinturón que tanto has soñado”.

Campillo, que se presentó en el Palacio Municipal de los Deportes de Santa Cruz de Tenerife con sólo nueve combates como profesional, supo aquel día “lo que era sentir los golpes, y lo largos que se pueden hacer los últimos tres minutos de un campeonato que tienes en el bolsillo. Supe lo que era enfrentarse con un campeón”. Y luego sufrió cuando Jorge Lohoba, festejando su triunfo antes de tiempo, arrojó una toalla sobre la campana que provocó una confusión en un combate que no aceptaba dudas.

“Cuando después me dijeron lo fácil que pareció creía que no estaban hablando de mi pelea”, dijo, porque “yo la trabajé, la sudé, la sentí y la sufrí. Realmente le guardo un lugar especial entre mis recuerdos, pues fue la que abrió la puerta de las grandes noches…”.