tribuna

Yo aprendí a nadar en el Balneario

He leído estos días en la prensa la iniciativa de salvar al antiguo Balneario de Santa Cruz. De entrada felicito a los autores de esta iniciativa por este gesto que les honra. Lamentablemente los que ya hemos rebasado los ochenta años y hemos tenido la fortuna de nacer en Santa Cruz tenemos que contemplar diariamente como van despareciendo lugares, edificios y monumentos que significaron algo en nuestra niñez y primera juventud. El catálogo de estas pérdidas sería inmenso, pero la reflexión es que la evolución con el paso del tiempo produce un cambio en todo lo que nos rodea, es ley de vida. Sin embargo los recuerdos reviven y algunos lugares o edificios, merecen en este caso, ser considerados como un patrimonio urbano a conservar no solo por su estilo arquitectónico, asunto cuestionable, sino por lo que ha ocurrido o se ha desarrollado en la institución o actividad que ha existido en su interior.

En los años 1940, 41, antes de la inauguración del Real Club Náutico de Tenerife en su actual localización, muchos niños de la burguesía local íbamos en el verano al balneario. Recuerdo como D. Domingo de la Rosa, conduciendo su guagua azul de los Autobuses Urbanos nos recogía en distintos puntos de la ciudad y nos llevaba y traía de regreso desde la mencionada instalación. Allí mi querida madre María Dixkes me enseñó a nadar utilizando un flotador rudimentario que consistía en unos trozos de corcho de alcornoque atados a unos hilos que se utilizaban a modo de cinturón que ayudaba a flotar.

Por aquel tiempo entrenaban en aquella piscina a las órdenes del gran técnico Raimundo Afonso los nadadores del Club Tenerife de Natación entre ellos recuerdo a los hermanos Alfonso y Raúl Weller, grandes espaldistas, Gunnar Beuster, estilista de crol que me hacía recordar a Johnny Weismüller, el inolvidable Tarzán de las películas. Gunnar además fue profesor de Matemáticas en una academia que se hallaba en la calle de Bernabé Rodríguez a la que acudíamos algunos compañeros y compañeras del Instituto a repasar la asignatura de Matemáticas. Éramos un grupo de amigos a los que nos costaba entender el lenguaje de la Ciencia impartida por el catedrático de turno. Gunnar, al que recuerdo con afecto, fue el único profesor de Matemáticas que me supo enseñar con claridad y de forma amena y didáctica la filosofía de esta Ciencia Exacta en la que, posteriormente, tuve algunos fracasos en mi formación académica.

Mi apoyo incondicional a esta iniciativa. Deseo que llegue no solo al Parlamento, sino a otras instituciones encargadas de salvaguardar nuestro patrimonio histórico. Espero que esta acción cívica parlamentaria tenga éxito. La iniciativa anterior en la que participé junto a unas 50.000 firmas en el año 2009 no fue considerada por el Parlamento de aquellas fechas. Las cosas y algunos protagonistas de entonces han cambiado y aquellos ya no están en la sede parlamentaria. Sinceramente les deseo el mejor de los éxitos con un saludo cordial.

Radazul 12 de febrero 2016

207 aniversario del nacimiento del médico y naturalista Charles Darwin (12 de febrero de 1809), autor de la obra ‘Origen de las Especies’, en cuyo texto formuló la base científica de su teoría de la evolución