En un mundo sin fronteras, con diversos frentes de poder y todos ellos interconectados, muchas veces bajo intereses contrapuestos, lo que requiere es una activa tolerancia y cierto espíritu de duda, al menos hasta que no hallemos la manera de poner remedio a tantos defectos injertados por nosotros mismos
La firme proyección mediática de imágenes negativas y degradantes del ser humano, imponiendo la tiranía de lo estético, provoca una constante insatisfacción que nos acerca a la locura
Tenemos que ejercitar otros diálogos más verdaderos, o sea, más integradores interiormente. Está visto que no hay otra manera de solventar los problemas del mundo
Sabemos que el odio es un mal terrible y, por desgracia, lo cultivamos hasta para competir. Los mismos programas educativos propician el éxito individual en lugar de la solidaridad. Igual sucede con una cultura arraigada al malestar y a la incertidumbre.
Las soluciones bélicas acrecientan aún más los problemas. Deben evitarse los conflictos. El abecedario de los artefactos es demasiado estridente para establecer pláticas. La puerta de la paz no se abre con amenazas. No es preciso imponer nada, es más de proponer y de recapacitar sobre las propuestas
La desesperante misiva de una científica al presidente del gobierno español (Amaya Moro-Martín), promotora de la plataforma de investigación digna, solicitándole, entre otras cuestiones, la devolución de la dignidad a toda la comunidad de investigadores, no puede dejarnos indiferentes
Cada día es más importante restablecer nuevos marcos de convivencia. Lo cierto es que somos muchos, y cuanto más somos, más solos estamos. Creo que uno de los instrumentos más eficaces para salir de esta antipatía solitaria pasa por vincularse a la cultura.
Cualquier persona merece protección antes que institución alguna. Por mucha trayectoria que tenga tras de sí, tenemos el deber de denunciar a los endiosados traficantes de inocentes. No hay que escatimar esfuerzos por salvar vidas humanas
Nos hemos globalizado, pero nos falta conciliar pensamientos con acciones. La única manera de poder avanzar es a través de la cultura de la colaboración. No hay otro modo. Tenemos que comprender y entender que todos necesitamos de todos
Vivimos en un mundo cada día más desigual y, por ende, más injusto. Recientes estudios revelan situaciones verdaderamente preocupantes, debido en parte a la falta de acceso a servicios básicos como pueden ser la educación, la salud y el empleo. Viejo problema
Vivimos en un mundo de amenazas permanentes, que tienen siempre su punto de partida en nuestra debilidad humana, en la manera superficial de considerar la vida, en la forma de comportarnos y de aceptar movernos por el planeta
Sé que un mundo materialista y hedonista como el nuestro trata muchas veces de comerciar con vidas indefensas; pero, a pesar de esa falta de cariño y comprensión, de aislamiento y reclusión, siguiendo las directrices del refranero popular, en ocasiones es mejor estar solo que mal acompañado
La realidad es la que es para desdicha de todos. Una buena parte de sus moradores derrocha, mientras que a otros se les pide que ahorren. El mismo lema del Día Mundial del Medio Ambiente de este año (5 de junio)
Lo más importante es no dejar de interrogarse, es prueba de que se piensa. Cualquier momento es bueno para hacerse preguntas. A mí se me ocurren tantas a raíz del incremento de pobres y desdichados, que estoy continuamente pidiendo explicaciones
Deberíamos despojarnos de aquellos poderes que no saben conjugar principios y valores, servicio y bien común, y evitar, de manera contundente, las manifestaciones patológicas que se dan con tonos de autoexaltación y de exclusión de la diversidad
Vivimos en una época peligrosa. Todo es prisión. No hay manera de volar. Que se lo digan a las aves migratorias. Cada día los hábitat son más inadecuados para poder alzar el vuelo. Nos han derrumbado tantos castillos de aire, que apenas podemos respirar
Así, siendo tan justo como preciso el día del recuerdo de todas las víctimas de las armas químicas (29 de abril), no menos importante es que el mundo reafirme los logros de la convención sobre dichos compuestos tóxicos, instaurando una prohibición mundial jurídicamente vinculante para todas las naciones