Viejas heridas
La desatada sangre, fiera y loca, / suelta en claras cascadas de suspiros, / vuelve ordenadamente desbravada / al mapa de sus ríos y lagunas”. (Domingo López Torres)
La desatada sangre, fiera y loca, / suelta en claras cascadas de suspiros, / vuelve ordenadamente desbravada / al mapa de sus ríos y lagunas”. (Domingo López Torres)
Mintió una llamada desde su interior. Algo irrefrenable salió desde lo más profundo y partió aquella misma tarde sin demora; esta vez no ganaron la partida las ridículas obligaciones
No soporto a la gente que, al segundo de conocerte, es capaz de ponerte la mano encima en plan confianza
Relájate. Destensa la mandíbula y respira un poco. Bájame el labio, que dicen por aquí y no cojas nervios. Vives a toda prisa sin sentir nada y te va a dar un algo, un jamacuco, un yeyo o vete tú a saber
Por ideas que no sea. Las hay buenas, muy buenas, excelsas y maravillosas, fruto del ingenio más refinado, de las mentes más brillantes (que alguna queda pese a la fuga de cerebros). También están las utópicas, las irrealizables, pero claro, el papel lo aguanta todo y soñar es gratis hasta donde sé.
Mucha información. Demasiada. Todo el mundo se empeña en contarte su verdad, la auténtica, la verdadera
Amanece, que no es poco, mientras me lanzo al café, al rito de la mañana cargado de buenos alimentos que contribuyen al arranque del día
La conversación arrancó como si hubiéramos estado en uno de esos cafés de tertulias artísticas, tipo Café Gijón, donde se suceden singulares encuentros que llevan a mil y un temas diferentes
En el salón de tu casa ando pensando en que he quedado en una hora para comer contigo, en lo extraordinario de este hecho, en que igual nos vendremos arriba entusiasmados, que mira que nos gusta…
Toda historia merece un final feliz, pero en esta los cadáveres se sacan por la puerta de atrás. Nadie habla de estas muertes
Robé las dos palabras la misma tarde que habían tocado a mi puerta casi por casualidad
Desechó verdades sin medir el límite de lo íntimo, de los secretos mejor guardados
Se apagó la ciudad de ruidos inservibles, material de desecho diario, frecuencias que no aportan nada a la existencia
No somos nosotros los que aguardamos en ella; es la isla la que espera. Persevera en el tiempo, mitiga el espacio. Usa los elementos de manera adecuada, atrapando al habitante en sus contrastes de soledades y bullicios
De cuando en cuando miro hacia atrás. No es que piense que todo pasado es mejor, porque soy más de lo que cantaba Jorge Drexler: “No hay tiempo perdido peor, / que el perdido en añorar”
Me cuenta que se aburre. Y mucho. Dice que está en una edad complicada, que todo le viene de vuelta, que parece que ya nada le completa
Entre fríos y máscaras me ha visitado la gripe. Fatalidad de la temporada
El reloj del salón no cesa su constante carrera. Es implacable y tenaz, señala con férrea disciplina el transcurso del tiempo, fiel al compás, marcando metronómicamente cada segundo, negra a sesenta, el eterno adagio
Dicen que si las paredes hablaran, contarían muchas cosas. En sus entresijos de adobe, piedra, pladur o cemento, se guardan muchos de los secretos que jamás vieron la luz
Hay encuentros sin ruido que no deberían suceder nunca, bien lo sabes. Son ese tipo de reuniones clandestinas en las que se deciden futuros y se traman nuevas verdades