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Kiko Ratón: un ‘nueve’ impagable > Luis Padilla

Kiko Ratón cumple el lunes 35 años y el dato invita a pensar que el final de su carrera futbolística no está lejos. Una pena. El tópico lo define como “un jornalero del balón”: ha pasado por una decena de clubes y jamás ha jugado en la liga española de Primera División. Sin embargo, para el Club Deportivo Tenerife 2011/12 es un futbolista impagable.

LOS PREJUICIOS.
Kiko Ratón es un jugador tardío. Destacó en el Puerto Cruz, pero el CD Tenerife no lo incorporó a su disciplina hasta que estaba a punto de cumplir 21 años. Entonces, en el verano de 1997, la entidad se gastó casi cinco mil millones de pesetas en fichajes de dudoso resultado (Slovak, Makaay, Vierklau, Domingos, André Luiz y, poco después, Emerson) y Kiko se fue al filial, que en esa época militaba en Tercera División. Y allí estuvo un lustro. Por el camino se fue cedido al Gáldar y al Vecindario, dos viajes de ida y vuelta que le curtieron un poco más. Nunca bajó los brazos. Sólo entonces -con Lienen en el banquillo, el equipo en Segunda División y a un paso de los 26 tacos- le hicieron un hueco en la primera plantilla. Desde el primer día la grada le mostró cariño y la mayoría de los técnicos lo colocaron bajo sospecha. ¿Las razones? Los prejuicios típicos que levantan los jugadores altos, fuertotes y poco dotados técnicamente. En tres temporadas jugó 82 partidos de liga, siempre en la categoría de plata, pero sólo 23 como titular. Y aunque hizo diez goles, se vio obligado a abandonar el Heliodoro.

LA APORTACIÓN. Muchos futbolistas se hubieran rendido. O en el mejor de los casos, hubieran apurado sus últimos años de profesional en algún equipo de la Isla que ofreciera un sueldo mínimo y la posibilidad de vivir en casa. Kiko prefirió emigrar. No explotó en el Hércules, pero sí en el Orihuela, al que estuvo a punto de ascender a Segunda División. Y luego se fue al Iraklis griego y se convirtió en la referencia de un Girona con el que, durante dos cursos, supo sobrevivir en Segunda División, algo que no logró, por ejemplo, un Tenerife lleno de estrellas. Ahora ha vuelto a casa. Lo hizo, convendría no olvidarlo, para ejercer de revulsivo. Pero el Tenerife no encontró el nueve que buscaba y por ello se le exige que ofrezca prestaciones de titular indiscutible. Kiko ha asumido el reto. Y si sus cifras son buenas (dos goles y una asistencia en cuatro jornadas), su trabajo es sobresaliente: gana todas las disputas aéreas, abre huecos a los llegadores, desahoga la salida del juego en situaciones de apuro, devuelve en ventaja balones imposibles… Y como su aportación fuera del campo es máxima, se ha convertido en un jugador impagable.

PD: curiosamente, los prejuicios hacia Kiko Ratón llegan ahora desde algunos sectores de la grada y el cariño desde el banquillo.