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¿Tijera o manivela? > > Miguel L. Tejera Jordán

George Osborne, ministro de Finanzas del Reino Unido, acaba de percatarse de que su draconiano programa de austeridad y de ajustes a ultranza, que incluye recortes descomunales del gasto público, no sólo no está creando empleo ni riqueza, sino que destruye aún más el primero y yugula a pasos agigantados el segunda. Por ello, Osborne, que a lo mejor se ha soplado un fino como su apellido, o un brandy, que por imperativo legal no puede llamarse cognac, ha decidido sacarse de la manga un espectacular plan de inversiones, en infraestructuras públicas, que sea capaz de evitar el estancamiento económico y la recesión de la rubia Albión, sin dejar por ello de atajar el déficit público. Osborne ha comprendido, finalmente, que un exceso de austeridad termina incrementando las cifras del paro, reduciendo el consumo y la producción y, además, solivianta a las grandes empresas de la construcción que no se comen un rosco en obra pública desde que, a los políticos de la gran ineptitud económica europea, les ha dado por cortar el grifo, sin calcular que no sólo mandan obreros al desempleo, sino también a la ruina a empresarios inmensamente ricos otrora, que finalmente terminarán por arrojarse al vacío, desde las azoteas de los rascacielos que construyeron en la época de las vacas gordas, mismamente como hicieron después del crack de 1929 unos cuantos miles de capitalistas estadounidenses arruinados. El señor Osborne ha estimado que UK no crecerá en 2012 más allá del 0,5%, una verdadera minucia considerando el potencial de crecimiento natural del reino, por lo que piensa movilizar entre seis mil y treinta mil millones de libras esterlinas, ahí es nada, para sacar del marasmo a los súbditos de doña Isabel, entre los que debe privilegiar como sea a los empresarios de la construcción que llevan meses cruzados de brazos, por más que sus empleados ya cogieron puerta hacia las oficinas del paro hace tiempo. Osborne, como buen gentleman, no puede sustraerse a la tentación de volver a llenar los bolsillos de sus iguales, los gentlemen del hormigón británico, a tal punto que, mientras ataja el déficit público con una mano (la izquierda), suelta la pasta gansa pública y de todos los ingleses a los contratistas, con la derecha. Consuela saber que le da la razón a Keynes, de quien se copió Roosevelt para poner en marcha la locomotora económica de los EE.UU. después de 1929. Se agradece que haya comprendido que optar siempre por la solución de los despidos masivos, o por la reducción de los salarios, va a empeorar la demanda, es decir, el consumo, de tal manera que aquí nadie va a poderse comprar ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca. Y el hambre es mala…, especialmente para los gentlemen. En España nos cae encima Rajoy con toda su batería de ajustes duros y puros, pero un servidor espera que no le dé sólo por la tijera, sino que entre sus proyectos figure frenar esta locura como sea, metiendo a trabajar en carreteras y autopistas, autovías y puentes, embalses y prisiones, hospitales y escuelas, a miles, cientos de miles de desempleados de la construcción para que dispongan de un salario mensual que llevarse a la boca. A su vez, los dueños del hormigón español podrán reponerse un poquito, haciéndose con licitaciones de obra pública que justifiquen su existencia como patronos y contratantes de obreros. Ha dicho Rajoy que su prioridad es crear empleo a toda costa, porque sin trabajo no hay consumo, ni se pagan impuestos. Y si no hay consumo, quebrarán más empresas que no darán salida a sus stocks, pero también las administraciones públicas ingresarán menos tributos y tasas. Se me dirá que tirar de la manivela de hacer dinero no es solución. Pero un servidor se dice, para sus adentros que, de perdidos, al río. Es decir, si tirando de la manivela levantamos cabeza y remontamos el agujero en que estamos metidos, aquí paz y en el cielo, gloria.