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OPINIÓN > POR PERPLEJITA ME HALLO

Al desierto

   

El descenso del Tenerife a 2ªB se llevaba mascando desde diciembre, y quizás haya sido esa prolongada agonía la que haya desactivado el dramatismo inherente a estas situaciones. Lo que se ve venir de lejos parece que duele menos que lo que te pilla de sopetón e imprevisto. A pesar de todo el ruido, tengo la impresión de que nadie creyó nunca en los milagros deportivos. Ni los Reyes Magos la última vez que pisaron el Heliodoro. Discrepo de la grandilocuencia con que algunos hablan de que el descenso afecta a toda la Isla, como si un club de fútbol tuviera la representatividad de la sociedad tinerfeña al completo.

Es cierto que una buena parte de ella tiene una cuota enorme de afecto depositada en el Tenerife, y que el impacto económico del cambio de categoría es negativo y mesurable. Pero la educación y la sanidad siguen en el mismo calamitoso estado en el que estaban cuando el Tenerife visitaba, algunas veces con espíritu de turista, los campos de la Primera División.

Dado que muchas fichas son inasumibles en la nueva realidad del Tenerife, no pocos jugadores se marchan para emprender otra etapa profesional. Entre ellos Nino, la pieza que menos ha encajado esta temporada. Le veía con pena desgañitarse pidiendo el balón, solito en punta, desesperado por recibir un buen pase, corriendo lo que no estaba en los escritos en medio de la apatía generalizada. Donde sea que vaya, que tenga suerte. Dios es compasivo y por eso mandó a los israelitas cuarenta años al desierto. De haber sido cruel los habría mandado a 2ªB.