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NOMBRE Y APELLIDOS > POR LUIS ORTEGA

Antonia Sánchez

   

Tres semanas después del cataclismo, el balance actualizado de los daños – más del sesenta por ciento de los edificios del casco urbano tienen la etiqueta de inhabitables, y la práctica totalidad, incluidos los templos y monumentos históricos y artísticos, registra averías de consideración que precisan reparaciones – y la fiebre de la reconstrucción mandan en Lorca. En ese trajín y en el clima de solidaridad que dirige todas las miradas hacia la castigada ciudad murciana, las noticias tienen otro signo (demoliciones, consolidaciones, acomodo de las familias de las casas precintadas, actuaciones de las instituciones públicas) y postergan algunos casos que, por su valor y ejemplaridad, destacaron del titular general del 11 de mayo; acciones protagonizadas por personas del común, por los llamados héroes anónimos que, en palabras del filósofo estoico Séneca, “son aquellos que aparecen, y desaparecen, en la fortuna adversa”.

Por primera y, acaso, única vez el nombre de Antonia Sánchez Gallego (1974-2011) apareció en los papeles y corrió por los aires y lo hizo por el arrojo de un gesto, por el sacrificio supremo de entregar su vida para salvar la de sus dos hijos, cuando los tres caminaban por la calle Infante don Juan Manuel, en la zona del ensanche urbano, donde se localizaron la mayoría de las muertes. En unos segundos, un edificio de seis plantas se desmoronó como un castillo de naipes y, ante la imposibilidad de la huida, la madre arrojó a los dos pequeños, de uno y tres años, al suelo y se tendió sobre ellos, con su cuerpo como escudo; sólo su cabeza ensangrentada y polvorienta emergía de la pila de cascotes.

En el desconcierto que siguió al primer terremoto, un joven oyó llantos infantiles que sonaban cerca del cadáver, alertó a unos vecinos y con la ayuda de unos guardias municipales y espontáneos que se sumaron al rescate, despejaron con rapidez la zona y bajo el cuerpo de la madre muerta, con heridas leves y presas del pánico, encontraron a los niños, milagrosamente salvados por el instinto y los reflejos maternos.

Comentada con profusa emoción en las redes sociales, en los primeros días; ahora declina, ante la actualidad que es mutable e injusta y quedará, como una lumbre permanente en el seno de una familia rota y unos huérfanos milagrosamente salvados. Un héroe – una heroína en el episodio que nos ocupa – es todo aquel que hace lo que puede, y lo que debe, a costa de su propio sacrificio”. Y, como afirmó el ilustre cordobés, tienen un paso fugaz por la historia.