X
NOMBRE Y APELLIDOS > POR LUIS ORTEGA

Edmundo Hernández

   

Compartimos bachillerato y ocios en una etapa difícil e ilusionada y la amistad pervive en encuentros esporádicos en Santa Cruz, los últimos a propósito de un proyecto presentado en la feria del libro de la capital palmera. Con el profesor de Ciencias de la Información de La Laguna, Julio Yanes -responsable de una amplia y sólida bibliografía- recuperó un tramo de la historia reciente de la tierra natal: La Voz de la Isla de La Palma. La radiodifusión del sistema comunicativo más singular de las Islas Canarias en el franquismo (Ediciones Alternativas, 2011).

Con abundante y curiosa documentación, una inteligente y oportuna contextualización en las coordenadas políticas y sociales del estado, Yanes y Hernández retratan, con angulares de diverso alcance, dos décadas de actividad informativa que, pese a los límites materiales e ideológicos, mantuvo el pulso y las inquietudes de una colectividad que, siempre que puede y las circunstancias lo permiten, prueba sus singularidades -ni mejores ni peores que las de otro lugar- pero, en todo caso propias, con sello de origen.

El recorrido circunstanciado de una emisora, con el paraguas y bridas del omnipotente Movimiento, contiene desde las peticiones pioneras de Luis Cobiella Zaera (con motivo del Volcán de San Juan, en 1949, y el aluvión de las Breñas, en 1956), al estreno en la Bajada de la Virgen de 1960 y, finalmente, en la devuelta democracia, hasta su integración en Radiocadena Española en 1978.

En el análisis del funcionamiento técnico, economía, programas y actividades extraordinarias, uno de los aspectos más interesantes del trabajo, se constatan las valiosas aportaciones de instituciones, empresas y particulares de todo signo, en los más variados cometidos, a una empresa común; y una paradoja que, afortunadamente, ha librado a la isla y a los isleños del riesgo y el tedio del pensamiento único, porque el medio, bajo la férrea censura del régimen, al tiempo que conmemoraba puntualmente la fundación de Falange y la muerte del fundador, acogía en su coqueto auditorio y se hacía eco de impensables homenajes a García Lorca, la más famosa de las víctimas de la represión, la representación de textos de Jorge Díaz y Bertold Brecht y, por tocar claves locales, el recuerdo dramatizado del conspicuo republicano Domingo Acosta Guión, que fustigó con escatológicas metáforas, divertidas y procaces, y rima sonora al caudillo por la gracia de Dios y a sus entusiastas adictos.

Otro elemento entrañable del ensayo es el recuerdo de personajes decisivos en el empeño que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros.