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LA COLUMNA > POR MANUEL IGLESIAS

María Rosa Alonso y Gilberto Alemán

   

Con pocos días de diferencia y cuando, en una especie de simbolismo, se celebra el Día de Canarias en estas fechas, desaparecen dos figuras de las letras del Archipiélago, con distintos ámbitos en su actividad, pero ambos referencia para muchos canarios: María Rosa Alonso y Gilberto Alemán.
A Gilberto lo conozco de casi toda mi vida profesional. Fue director de DIARIO DE AVISOS en sus etapas finales en La Palma y, posteriormente, coincidimos en Tenerife realizando información para distintos medios. Nos encontrábamos prácticamente a diario, porque eran los tiempos heroicos en los que los redactores no estaban especializados en una institución, sino que lo mismo cubrían Ayuntamientos que Cabildos, Gobierno Civil, delegaciones ministeriales, economía y, si hacía falta, hasta sucesos y deportes. Era difícil entonces no coincidir y entre plenos y pleno, cortado y cortado, al final todos terminábamos más como amigos que como colegas. Posteriormente trabajamos juntos en el DIARIO DE AVISOS, uno con determinadas funciones y él como colaborador habitual y columnista, a lo cual se añadía el participar en alguna tertulia radiofónica.

Estaba también su peripecia política, desde el cuasi independentismo de la Unión del Pueblo Canario, UPC, con la que llegó al Ayuntamiento de Santa Cruz encabezando un grupo de concejales a su aventura venezolana -mitad política y en otra mitad supongo que económica- y la expansión de su condición de periodista a su faceta de escritor, especialmente costumbrista, que ha contribuido a que no hayan desaparecido muchos aspectos de la cultura popular, que han quedado en sus libros como datos para generaciones futuras.

Con María Rosa Alonso la relación era diferente. Como suele decirse, distinta y distante. Pertenecía a una familia de indudable importancia cultural en las Islas. Su hermano, Elfidio Alonso Rodríguez, fue uno de los más finos y elegantes columnistas que yo haya conocido nunca, mientras que su sobrino Elfidio Alonso Quintero, además de gran periodista, ha sido el fundador y alma de Los Sabandeños, que aunque sólo fuera por eso ya se encuentra en la historia de Canarias. Conocí a María Rosa Alonso, pero no la traté, quizás por cuestiones generacionales y también porque era una escritora con un concepto diferente al de Gilberto Alemán y que de alguna forma representaba una cara de la dualidad en la cultura. Está la de quienes creen que las instituciones deben asumir compromisos económicos con la actividad, como proclamaba Gilberto, patrocinando la edición de libros, financiando acciones a fondo perdido, estableciendo partidas en los presupuestos, etcétera, y la de quienes se mueven como intelectuales independientes y algo alejados del poder y los focos, como María Rosa.

Son dos pérdidas grandes para la cultura canaria, porque representaban parcelas que sin ellos quedan huérfanas. Descansen en paz y que su recuerdo perdure en la memoria de los canarios.