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Olga: “Nunca pensé que me vería así”

   

Olga R. S. está en las calles en Santa Cruz de Tenerife desde hace varias semanas. / SERGIO MÉNDEZ

ÁNGELES RIOBO | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Sentada en la escalera de una barriada frente a la entrada principal del Albergue Municipal de Santa Cruz de Tenerife, con una chaqueta como único abrigo y con los ojos bien abiertos “para que no la violen”. Así pasa “muchas noches” Olga R. S, de 29 años, cuando en el refugio hay más personas que colchonetas.

Desde hace tres semanas todos los días, justo a las 20.30 horas, la joven espera en la cola de albergue santacrucero por una colchoneta, que le permite asegurarse dormir bajo techo, aunque en el suelo de una habitación de los módulos femeninos.

Olga destaca precisamente por no parecerse al resto de usuarios, de hecho, a simple vista podría confundirse con una trabajadora, pero nada más lejos de la realidad. Precisamente, mientras espera el reparto, comparte su historia…Hace algo más de un año, Olga era cajera de supermercado, y con toda seguridad varios lectores de la isla de La Gomera la reconozcan, y recuerden su simpatía y su acento gallego. Hoy su mirada es diferente, ha pasado el límite de la precariedad y es “más pobre que los pobres”, pues ni siquiera tiene el cobijo asegurado en el albergue. Está en lista de espera para tener una cama.

La situación actual de esta mujer es producto de una combinación de desdichas condimentadas con mala suerte, miedo y, por qué no decirlo falta de información. Olga llegó a la Isla Colombina con su novio, procedente de Galicia, su autonomía natal, en busca de empleo y porvenir hace siete años. Cuenta que hace unos 8 meses su novio la echó a ella y a su hijo de casa, tras un episodio de malos tratos.

“Me fui al puerto y embarqué para Tenerife, con el niño a cuestas”, relata, dando muestra del claro desconocimiento de los recursos asistenciales de los que pudo beneficiarse en ese mismo momento, sin necesidad de atravesar por el periplo que ha tenido que vivir con posterioridad y hasta la fecha.

Una vez en el muelle Los Cristianos, se sintió a salvo de su supuesto agresor, sin saber que había escogido la senda de la precariedad, que la llevaría incluso a la mendicidad. Estuvo varias noches pernoctando en las inmediaciones del muelle, hasta que la Policía Local los puso, a ella y a su hijo, en contacto con los servicios sociales de Adeje.

Desde allí, le aplicaron el Dispositivo de Emergencia Mujeres Agredidas (DEMA), y estuvo una semana y media residiendo en el Camping Nauta de Las Galletas, hasta que hubo cupo en el lugar dispuesto para casos como el suyo en la zona, donde estuvo un mes. Luego fue derivada a una residencia de Cáritas de Ofra donde vivió unos tres meses y medio, hasta que la mala suerte llegó en forma de los 426 euros procedentes del programa de subsidio para parados sin prestación (Prodi).

Con esta pequeña ayuda económica, ingenua, se confió. Abandonó el centro asistencial con su hijo, y alquiló una habitación en un piso compartido, con la esperanza de “comenzar una nueva vida, encontrar un trabajo y progresar”; pero no fue así. A los seis meses, la ayuda se acabó, y tuvo que abandonar la habitación con destino a la calle.

Nuevamente fue un cuerpo de Seguridad del Estado del estado de ámbito local, quien dio con ella y el niño mientras vivían en la calle, pero en esta ocasión corrió “peor suerte” -según se mire- porque como medida de prevención le retiraran a su hijo, que en estos momentos se encuentra acogido en la Casa Cuna.

En este punto, los ojos de Olga brillan de tristeza, y cambia el hilo del relato para contar que esa misma tarde ha ido a visitar a su hijo. “Yo sé que él está feliz dentro, pero yo estoy fuera sufriendo”, lamenta.

Perder la cabeza

En las tres semanas que lleva haciendo uso del albergue, cuenta que se ha quedado fuera más de cinco días, en los que pasa la noche justo en frente, por no saber adónde acudir. “No entiendo cómo es que no me dejan quedarme ni en un pasillo, de la puerta para fuera no te dan ni una manta”, deplora y relata que ha sido víctima del robo de sus pertenencias, “me han robado lo único que tenía”.

“Estoy empezando a perder la cabeza, entré bien, pero voy a salir tocada”, cuenta y resalta que en este mes ha presenciado “cosas que no había visto en mi vida”. Las redes de la indigencia continúan intentando atrapar a una nueva presa, Olga, en un mundo que nunca ha sido el suyo. Dice que pensar en su hijo le da la fuerza necesaria para mantener la cabeza fría.

Trabajo

A día de hoy no recibe ninguna prestación, y tiene una cita pendiente con una asistenta social. Come gracias al albergue donde está en lista de espera para conseguir una cama. Su mayor deseo es encontrar un empleo por lo que cada día echa currículum en las tiendas y comercios de la ciudad.

“He echado cientos de currículos. Estoy esperando a que me den un bono -a través de los servicios sociales- para poder irme a Guía de Isora o al Puerto a echar currículum” dice antes de reiterar que “lo único que quiere es un trabajo”.

La joven no se plantea volver a Galicia (donde tal vez pudiera recibir apoyo de algún pariente) -porque “quiero vivir en un sitio donde haya trabajo”, aduce- y explica que antes se desplazaría a cualquier otro lugar con más posibilidades de encontrar un empleo. “Yo lo único que pido es un trabajo para salir de esta situación. Nunca pensé que me vería así. Siempre he trabajado, he tenido un sueldo y he mantenido a mi hijo…”.