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POR JAIME RODRÍGUEZ-ARANA >

El manifiesto del 15-M

   

En torno al 18 de mayo de este año, el movimiento 15-M hizo público un manifiesto que en líneas generales puede ser suscrito sin mayores problemas, porque es lo suficientemente general y abstracto como para que en él quepan personas de diversas ideas que desean la regeneración del sistema democrático.

Me preocupa, sin embargo, la ausencia de referencias a valores como la libertad, el esfuerzo o el mérito. Claro que la igualdad, el progreso y la solidaridad, el libre acceso a la cultura, la sostenibilidad, el desarrollo, el bienestar y la felicidad, que duda cabe, son criterios relevantes pare el progreso personal y colectivo.

Por supuesto, pero, junto a ellos, si de verdad se pretende abrir un sendero andadero y propio de la mentalidad abierta y complementaria, es menester apelar también a principios tan fundamentales como los de la libertad, el esfuerzo y el mérito.

Esta reflexión me parece particularmente adecuada a los tiempos que corren. Por una razón: las libertades se ganan, se conquistan día a día, no las concede el gobierno, ni las leyes, por más que deban reconocerlas.

Las libertades, o se pelean en la cotidianeidad, o terminan en este país, por ser moneda de cambio como lamentable acontece en este tiempo.

El esfuerzo es un valor que no está de moda. Como la libertad, ni es derechas ni es de izquierdas. Sencillamente es un valor humano que permite un mejor ejercicio diario de lucha por las libertades y por la adquisición de conocimientos que permita mejorar las condiciones de vida de las personas.

Y, por supuesto, el mérito, que, lejos de una versión unilateral, facilita que el esfuerzo y el trabajo desarrollado en el tiempo sean tenidos en cuenta en los procesos de ingreso y promoción profesional.

Todos somos iguales como seres humanos y merecemos el respeto de nuestra condición de personas libres. Sin embargo, sobre la base de esta igualdad ontológica, las personas en su itinerario vital van tomando decisiones y adquiriendo experiencias y conocimientos que conforman su propia tarjeta de identidad y que deben tener consecuencias en la vida profesional.

En este sentido, además de echar en falta estos razonables criterios, también me preocupa que se considere que ciertos derechos sean cubiertos mecánicamente por los poderes públicos.

Como si los ciudadanos, en lugar de aspirar y luchar por las libertades y derechos, lo que tuvieran que hacer es quedarse quietos esperando que los poderes públicos atiendan todas sus necesidades vitales.

Los poderes públicos claro que tienen la obligación de promover las condiciones para que los ciudadanos sean libres e iguales.

Lo dice el artículo 9.2 de nuestra Constitución y es una de las consecuencias de la función promocional que ha de caracterizar a los poderes públicos en virtud de la denominada cláusula del Estado social.

Los poderes públicos sí que deben facilitar el mínimo vital preciso para el libre desarrollo de las personas, pero en modo alguno el Estado o los poderes públicos pueden sustituir la libre iniciativa y la responsabilidad individual en la forma en que cada persona, a partir de ese mínimo vital, desarrolle su propio itinerario, su propio proyecto de vida.

El manifiesto, insisto, es positivo y, con algunas matizaciones, como las escritas en estas líneas, puede ser suscrito por personas de diferentes mentalidades e ideologías. Yo entre ellas, por supuesto.

La libertad, el esfuerzo y el mérito no son cualidades propias de una visión elitista o autoritaria. Se trata de valores centrales para una vida en libertad solidaria. Valores centrales para fundar un orden político, económico y social justo y equitativo.

*Catedrático de Derecho Administrativo
jra@udc.es