X
POR CARMELO RIVERO >

Fiebre del sábado

   

La rebelión kamikaze del PSOE palmero, cuyo abrazo municipal al PP atiza la hoguera del pacto autonómico con CC, y los otros cadáveres del sábado con cargo a nacionalistas y populares, no hacen sino desenmascarar el rostro oculto de la política canaria: su indomesticable insularismo. Denostado a la sazón (no sin razón) cuando era privativo del nacionalismo retraído e isloteñista de los 80, penetra ahora como esas bacterias de moda en la granítica estructura regional del PSOE, y progresa como método de hacer política en Canarias sin injerencias bajo los muros de la isla. El insularismo, en esencia, es terco, como la idea temperamental de que el mundo acaba y empieza en la orilla de la isla de uno. Está ahí, infranqueable, a menudo agitando la olla del pleito -hace tiempo que no-, y sale al descubierto cuando se quitan todas las capas de la cebolla y lo que queda es ese rescoldo silvestre de una Canarias profunda que luego desaparece. Aquí no se salva ningún partido.

El arrebato del PSOE palmero, que montó esta vez su batalla de las Termópilas frente a Zapatero y Rubalcaba si se ponían delante, ya ha costado el carnet a cinco concejales guillotinados ipso facto por desobedecer el burofax del partido. El incidente no arruina el crédito regionalista del socialismo canario, que bebe en el espíritu Carballo Cotanda, el Canarias es posible del saavedrismo que Manolo Padorno adverbializó con aquel jerónimamente, y todos los galones que lo adornan como un ente disciplinado hasta el martirio si hace falta. En su descargo, cuenta que el partido que ha sido referente de unidad vive días de mudanza, y, tras el varapalo electoral (el PP atesora este lunes el mayor poder municipal de la democracia en España) y la pausa de liderazgo, surge el sálvese quien pueda y otras mezquindades de náufrago, mito de la isla. La crisis de la economía es también la de los partidos, como claman los jóvenes a las puertas de los ayuntamientos bajo una represión de polis al porrazo limpio como la Grecia que denunciaron Costa Gavras y Semprún.

Los pactos en cascada CC-PSOE han sido la penúltima falacia en el reino de taifas. Salvo la capital y el cabildo de Tenerife, parecen un trabalenguas. Soria vasconiza La Palma con el duopolio PP-PSOE para torpedear el pacto de La Moncloa. Paulino Rivero y José Miguel Pérez han de hacer encaje de bolillos para seducir al castrismo benahorita borrado del mapa, sin olvidar, a sensu contrario, qué penitencia imponer a la alcaldesa de La Oliva por prescindir de sí misma.