X
DOMINGO CRISTIANO > POR CARMELO J. PÉREZ HERNÁNDEZ

Señor, te quiero pero no te comprendo

   

Qué hay de malo, Señor, si te quiero pero no te comprendo?”. Miles de páginas escritas, miles de millones de letras, litros y litros de tinta y trillones de destellos en las pantallas de ordenador… Un inmenso océano de palabras para intentar explicar el misterio de la Santísima Trinidad y al final doy con una expresión que acaba con mis preguntas al respecto.

“¿Qué hay de malo, Señor, si te quiero pero no te comprendo?”. Esta bellísima confesión de fe en el Dios uno y trino es de un sacerdote jesuita de apellido Maruri y de nombre José María. Me aficioné a sus comentarios al evangelio y siempre encuentro en él un matiz original, lejano a las cansinas y hasta huecas explicaciones de otros, cuando se trata de actualizar el anuncio de la fe que compartimos.

Esta semana “se sale”, que diría mi sobrino. Celebramos hoy la Trinidad y apenas sabemos qué celebramos realmente. O a ver quién es el guapo que más allá de las tres fórmulas acrisoladas con el paso del tiempo o al margen de la retórica estética es capaz de decir qué significa que Dios sea una sola y tres veces Dios, y todo eso al mismo tiempo.

Pues eso. Que yo también te quiero. Y que no veo mal alguno en saber que te quiero sin saber del todo cómo eres, Dios mío. Te quiero porque desde el principio de los tiempos pusiste en marcha esta excusa que llamamos universo para encontrarte conmigo. Padre dicen que te llaman por eso.

Y te amo porque amaste la carne hasta el punto de convertirte en carne temblorosa al principio y en carne preñada de futuro luego. Carne de Hijo abrazaste para eso. Y te amo porque me salen las palabras que me conviene pronunciar casi sin saber por qué, y porque consigo pedir lo que me conviene… casi sin saber por qué. Es tu Espíritu el protagonista de este devenir mío que se convierte en camino recto aunque tan propenso soy yo a las curvas.

Qué voy a hacer yo sino quererte, si en ocasiones me desbordan por dentro tus tres personas y convierten mi alegría en la sentirían trescientas cuyos corazones latieran al mismo ritmo. Y todo eso, aunque no te comprenda del todo.

No me toca entenderte, que no eres tú mi juguete. Mi madre se desesperaba cuando yo era pequeño, porque lo rompía todo, lo abría todo para ver cómo era por dentro. Luego yo lloraba ante mis juguetes rotos. No me pasará eso contigo. No jugaré a destriparte, como si fuera yo capaz de dictaminar cómo es mi Dios. A demasiados veo llorar por dentro por haber jugado a ser dioses de esa manera. Eruditos todos ellos, seguros de sí mismos todos, aunque yo tengo la impresión de que ya no creen en nada.

Me conformo con saber que te quiero. Y que la única forma de parecerme a ti es aprendiendo a amar. Porque este Dios que no está solo y es tres y al mismo tiempo uno me habla de amor, de unión, de relaciones… Me huele a una invitación a amar este Dios Trino que en comunidad crea, salva y conserva la belleza de mi carne trémula.

Twitter @karmelojph