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La ansiedad, un problema vinculado a la genética y al ambiente

   

En un momento dado, los tratamientos farmacológicos pueden ayudar, pero no son resolutivos. / DA

DAVID HERNÁNDEZ * | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Aunque las Islas aparezcan a los ojos foráneos como un lugar de descanso y desconexión del resto del mundo, ninguna sociedad, incluida la canaria, escapa de los problemas de la vida actual ni a los trastornos psicológicos derivados. Uno de los más frecuentes es la ansiedad provocada por el estrés. Vivir a un ritmo tan acelerado, unido a las múltiples dificultades diarias que sacuden al ciudadano y a la sociedad, puede hacer que se tambalee la estabilidad mental de cualquier persona. El catedrático en Psicología de la Universidad de La Laguna y experto en trastornos de ansiedad, Juan Ignacio Capafóns Bonet, considera que los canarios “estamos en una situación de tensión social provocada por un estímulo muy concreto, la crisis económica, pero que luego se ha ido radiando a muchos otros terrenos”. Por esta razón, probablemente en algún momento de nuestras vidas nos hayamos visto superados por los acontecimientos. Como si ya no pudiéramos seguir con la cadencia que llevábamos.

Capafóns argumenta que “cuando nos sentimos desbordados se activa el estrés, y la ansiedad es la manifestación más llamativa”. Además, recalca que este tipo de reacciones psicosomáticas “son un mecanismo adaptativo del ser humano que funciona como una especie de policía, es decir, son protectores de nuestro organismo y de nuestra mente”. Y recalca que “se ponen en marcha cuando el cerebro interpreta que lo que está fuera de nosotros, o incluso dentro, es excesivo”.

¿Cómo afecta?

Al igual que sucede con algunas enfermedades en las que existen grupos de riesgo, según este experto se sabe con cierta contundencia que “hay factores de vulnerabilidad, tanto genéticos como ambientales. Igual que unos miden 1,90 y tienen los brazos más largos, psicológicamente se puede tener cierta tendencia a ser más sensibles ante algunas situaciones de estrés y a manejarlas peor”. Sin embargo, señala que “siendo cierto que hay personas que tienen predisposición, hay eventos que no deben ocurrir”. Por ejemplo, “esta crisis no debería haber sucedido y está pasando una factura muy grande. Sencillamente se tenía que haber predicho y no fuimos capaces. Ahora tenemos que manejar la ansiedad”. Asimismo, este trastorno no le afecta de la misma manera a toda la sociedad, no es algo homogéneo. “El recibo de la luz no es igual de estresante para Rockfeller que para una familia de la Cuesta Piedra, aunque sea un recibo idéntico”. Con esta metáfora, el psicólogo consultado hace referencia a que “hay contextos que a determinadas personas les puede angustiar y a otras no. A su vez, también existen muchos factores que modulan que una situación se gestione mejor o peor”.

Como trastorno mental que es, la ansiedad posee una serie de síntomas reseñables y totalmente identificados. Capafóns destaca que “están claros los físicos como la sudoración excesiva, taquicardias, la sensación de ahogo, la sequedad, la opresión o la tensión muscular”. Por otro lado se encuentran los cognitivos. “Normalmente uno de los principales es el insomnio, que es un fantástico indicador”, advierte. Añade que “las preocupaciones excesivas, la dificultad para tomar decisiones, la inseguridad o la sensación de que va a ocurrir una catástrofe, son signos de que probablemente nuestro cerebro está interpretando que hay una situación de desbordamiento”. Sin embargo, que alguien logre entender lo que le pasa sin acudir a un especialista es una tarea que se antoja complicada. Es más, puede llegar a ser relativamente normal que una persona conviva con ansiedad sin saber lo que le sucede.

Capafóns afirma que “hay personas que cuando van a las consultas de Psicología llegan muy deterioradas, precisamente porque no han estado atentas o no ha sabido interpretar las señales”. Advierte que “viven con estrés hasta que llega a un momento en el que se desborda y caen en picado”. En cuanto al procedimiento para tratar a la persona con ansiedad, el especialista no deja margen a la duda. Afirma con rotundidad que “cuando hay un trastorno de ansiedad generalizada, el tratamiento psicológico es el mejor porque ha demostrado mayor efectividad. En un momento dado, los tratamientos farmacológicos pueden ayudar, pero no son resolutivos”. Agrega que “algunos medicamentos poseen un efecto adictivo, pero eso está controlado por el psicólogo, que sabe gestionarlo. Son sustancias que pueden llegar a comportar un problema de dependencia, adicción y tolerancia”. Por eso, los niveles que se suelen recetar son muy bajos y pautados. Se prescriben porque hay una situación determinada; una vez desaparece ésta, el paciente no necesita seguir tomándolo.

En estos contextos mentales, los psicólogos y los psiquiatras tienen que ir de la mano. Aún así, Capafóns Bonet concluye expresando que, a juicio personal, “la sociedad mentalmente hablando ha mejorado porque está haciendo las cosas bien. La gente se informa cada vez más y los periodistas cumplen una función trascendental. Existen buenos medios de comunicación que fomentan la divulgación científica y la opinión pública ha ganado mucho”.

* Reportajes elaborados por la colaboración entre las Aula de Cultura Digital Interactiva de la Universidad de La Laguna (Acudi) y DIARIO DE AVISOS