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POR ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ >

La botellita

   

En uno de sus libros – lo han conservado para siempre Borges y Bioy Casares en su Antología de la literatura fantástica – James Frazer glosa un relato recogido en el Ducado de Hosltein. Érase una vez una dama que comía y bebía alegremente y tenía cuanto podía anhelar el corazón. Deseó intensamente vivir para siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco quería morir y actuaba como si nada ocurriera. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia. Cuando Frazer publicó este libro, en 1913, se aseguraba que seguía ahí, en la iglesia de Santa María, en Lübeck. Tenía ya el tamaño de una rata y una vez al año se movía.

Antes de la sesión de investidura de Paulino Rivero, el Parlamento de Canarias se reunió en dos microplenos, que lo fueron en todos los aspectos, salvo, por supuesto, en el económico. Un pleno para la acreditación y juramento de los nuevos diputados y otra sesión para solemnizar la apertura de la legislatura. A esta gente asombrosa, elegida por la gente cada vez más asombrada, parece que la irritación de la gente le trae absolutamente sin cuidado. No les cabe en la cabeza que la situación social y económica del país – un país al borde de la ruina – aconseja la prudencia de evitar ringorrangos, entorchados y celebraciones rituales. No entienden que lo que entienden los demás es que se están homenajeando a sí mismos, y eso, antes de comenzar el trabajo, suele producir efectos poco amigables entre los que pagan tan agorafóbica ofrenda. Respecto al discurso del ya presidente del Gobierno de Canarias, y al debate subsiguiente, podría haberse desarrollado, salvo algunas expresiones retóricas trufadas de un optimismo incomprensible, en 1983, en 1995 o en 2005, con el Gobierno ocupado por nacionalistas, conservadores o socialistas. Por encima de la confusión entre una declaración de intenciones y un programa de gobierno está la honda convicción, a salvaguarda en la botellita colgada en la iglesia del poder, de que no pasa mayor cosa y que no es necesario otro esfuerzo que proclamar que se va a ser riguroso, se va a trabajar mucho y se van a alcanzar acuerdos con todo el mundo para satisfacción de todo el mundo.

La iglesia de Santa María voló por los aires durante la II Guerra Mundial. La botellita que contenía la minúscula anciana desapareció entre el fuego y los cascotes. Y con ella, bajo los bombardeos, miles de hambrientos residentes de Lübeck.