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OLEAJE EXTREMO EN SAN ANDRÉS > LOS VECINOS RECUPERAN LA TRANQUILIDAD

Vuelta a la normalidad un poco accidentada

   

Las olas arrastraron ayer hasta la calzada, de nuevo, varias rocas.| JAVIER GANIVET

JESSICA MORENO | Santa Cruz de Tenerife

A pesar de que intentan recuperar la normalidad, el mar parece no dar tregua. Los vecinos del pueblo de San Andrés y los operarios del Ayuntamiento de Santa Cruz están ya manos a la obra para ir logrando que en viviendas, negocios y espacios públicos se dejen atrás las señales de estos días. Pero el oleaje volvió ayer a dar un susto, y a media tarde tuvo que volverse a cerrar el acceso principal al barrio. Incluso la fuerza del océano volvió a arrastras varias rocas hasta la calzada.

Pese al susto, que afortunadamente no pasó de ahí, el nuevo oleaje ocasionó que se tuviese que volver a limpiar toda la vía, al igual que se cerrara de nuevo el tráfico. Incluso, las olas que sorprendieron a los vecinos alcanzaron una de las guaguas de Titsa que ya estaban circulando hasta la playa, lo que ocasionó, entre otras molestias, que la parada se trasladase hasta el comienzo del pueblo.

Numerosos residentes y curiosos se pasearon ayer por las calles de este emblemático pueblo pescador para apreciar los destrozos ocasionados por la furia de Neptuno. Aunque lo peor ya parece haber pasado, la imagen de este enclave del municipio nada tiene que ver con la de semanas atrás. Pese a ser uno de los meses fuertes para los negocios del pueblo, muchos de estos se encuentran cerrados, recuperándose para poder seguir adelante. Además, los que han corrido mejor suerte y han podido reabrir al público muestran una imagen de desolación; prácticamente vacíos.

Varios trabajadores reparan desperfectos en la Marisquería Ramón. | J.G.

Como ya viene ocurriendo desde hace tiempo, uno de los negocios de la avenida más afectados es la Marisquería Ramón. “En lo que llevamos de años ésta es la tercera vez que sufrimos destrozos provocados por el mar”, explicó Ramón, uno de los dueños. Durante estos días sus empleados trabajan en adecentar el local y en reparar todo lo que se ha dañado, pero se calcula que al menos este establecimiento esté clausurado durante un mes.

“Aunque no puedo calcular el coste que vamos a tener, será de al menos entre 30.000 y 40.000 euros”, indicó. “Desde que mi padre fundó el restaurante hace como 29 años, se lleva demandando la escollera para evitar esos problemas y aún no hay una solución”, matizó por último este comerciante. A pesar del nuevo susto de ayer, los vecinos continuarán trabajando para sacar adelante su pueblo. Aunque eso sí, lo que necesitan es una solución definitiva para un problema ya secular.