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LA COLUMNA > POR MANUEL IGLESIAS

Será necesario, pero no de justicia > Manuel Iglesias

   

Es singular que llevemos semanas discutiendo un asunto como el del impuesto sobre el patrimonio, que evidentemente está siendo inflado de cara a efectividades electorales, ya que de forma práctica contiene notables dudas en su desarrollo.

Primero hay que aclarar, porque el asunto es resbaladizo, que es difícil estar en contra de un impuesto que grave a las fortunas y sería absurdo salir a defender a los llamados “ricos”, entre otras cosas porque ellos se saben defender muy bien solos. Pero la cuestión incierta no está solo en quienes puedan ser los destinatarios, sino en el gravamen en sí.

El candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba ha dicho que “es justo que los ricos paguen para ayudar a quienes tienen menos”. Y con otras palabras, pero también hablando de que se trata de un impuesto “justo”, se ha pronunciado Paulino Rivero, el presidente del Gobierno de Canarias (en curiosa tendencia que se sigue últimamente en Coalición Canaria, y que inició Ana Oramas, de usar los mismos argumentos que el PSOE en asuntos peliagudos).

Y no es cierto, no es un tributo justo. Lo exacto sería decir que es un impuesto “necesario” en unos momentos como los actuales, pero no tiene nada que ver con un acto de justicia.

No todos los afectados son los Botín o la duquesa de Alba. Muchos de quienes son llamados “ricos” en este contexto (y no es fácil definir los límites, porque ahora resulta que, según las cifras frontera que se han dado, Pérez Rubalcaba es uno de esos “ricos” que deben pagar) son directivos, profesionales y empresarios que han abonado sus impuestos al ganar el dinero con sus actividades o incluso al recibir una herencia. Ahora, en igualdad de circunstancias, se castiga al que no se lo fundió; a quien lo dedicó a ahorrar o a inversiones se le penaliza con un argumento tan sencillo como es el de la mera propiedad de su patrimonio. Tiene que pagar sólo por el hecho de tener. En una economía moderna, no parece “justo”.

El impuesto sobre el patrimonio es un tributo que “recae sobre las clases medias”, pero “no sobre las más altas”, que “encuentran fáciles mecanismos de elusión” y ya no responden “a los principios de modernización y simplificación”.

Esto no lo dice uno, sino que son palabras textuales de José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno del que Rubalcaba formaba parte, en diciembre de 2007, en un foro sobre economía. Añadiendo que con su supresión “garantizamos la igualdad de los españoles” y “España se incorporará al grupo de la mayoría de los países europeos”, ya que el tributo “existe sólo en otros dos o tres y en algunos está incluso en vías de supresión”.

¿Y por qué estamos entonces discutiendo ahora de algo que al comienzo de esta legislatura se consideraba antiguo y poco “justo”? Pues porque mientras se habla de que los ricos también lloren, la gente no se fija en criticar otras cosas.
Y eso es bueno electoralmente.