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Células inquietas para oír

   

INMA MARTOS | Santa Cruz de Tenerife

Unos instantes después de que la enfermera llevara a Blanca junto a su mamá a la habitación del hospital, otras dos sanitarias interrumpieron el encuentro para realizar al bebé una de las primeras pruebas médicas. Blanca no lloró cuando introdujeron en su diminuta orejita una oliva conectada a un aparato.

Tres minutos bastaron para que esa máquina registrara movimientos de algunas células externas de su oído. Así que, Sandra, su madre, podía estar tranquila. José Juan Barajas, otorrinolaringólogo y presidente de la Sociedad Internacional de Audiología desde 2010, indica que aunque “las otoemisiones no miden exactamente la audición, se trata de una prueba bastante fiable porque si las células funcionan correctamente, asumimos que el resto del sistema auditivo funciona”.

Si durante la prueba de Si el movimiento de las células no se hubiera recogido, la habrían repetido posteriormente, “porque a veces, se quedan fluidos como el meconio en el interior del oído y puede revelar falsos positivos”, afirma el doctor. Si realmente, las células no se mueven, hay que asumir que el bebé puede tener un defecto en la audición. Barajas comenta, no obstante, que “en esta etapa hay que ser muy cautos porque la noticia puede llegar a ser devastadora para los padres”.

David Kemp inventó el aparato para las otoemisiones hace quince años y hoy ya se usa de forma regular en los centros sanitarios de más de sesenta países, con un muy alto porcentaje de fiabilidad.

Los niños nacidos con bajo peso, con una alta concentración de bilirrubina o con antecedentes familiares de hipoacusia infantil tienen más probabilidad de padecer pérdida de oído, así como los que han tenido infecciones recurrentes o quienes estuvieron expuestos a ruidos fuertes. Si es así, explica José Juan Barajas “es preciso someter al bebé a una serie de pruebas como las de comportamiento ante el sonido”. Existen pruebas de comportamiento regladas que exigen cierta habilidad para detectar las respuestas a los estímulos auditivos.
“Se trata de establecer una relación exacta entre el estímulo y la respuesta”, apunta el otorrinolaringólogo.

Por otra parte, el doctor Barajas explica que también hay exámenes para medir los registros cerebrales, en los que precisamente el doctor ha estado investigando en los últimos años, aunque según comenta, “medimos cómo funciona el sistema auditivo hasta la corteza cerebral. En realidad, lo que estudian es el comportamiento del cerebro y no exactamente una posible sordera”.

El oído comienza su desarrollo cuando el feto está en el vientre materno y se dice que alcanza su maduración total cuando el niño adopta los patrones del adulto. Sin embargo, a los tres meses más o menos ya reconocen las voces de su entorno y antes de los seis, gira su cabeza hacia el lugar de donde proviene el sonido. También es frecuente que antes de cumplir el año, el bebé comience a imitar ciertos sonidos.
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Signos de sordera

Discapacidad. Entre uno y tres bebés de cada mil están presentando carencias auditivas al nacer.

El habla.
Las dificultades en el habla pueden ser consecuencia, o incluso su deficiencia, de hipocusia.

Aprendizaje. Una pista para detectar pérdida de audición en un bebé o un niño es la dificultad que pueden presentar en el aprendizaje.

Volumen de la tele. La necesidad de subir el volu men del televisor o las respuestas inadecuadas a preguntas concretas son motivo de sospecha.

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