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Leocadio Ortega > María Vacas Sentís

   

El regalo más bonito que alguien me hizo fue un poema, hace años, cuando yo vivía en La Palma. Su creador: Leocadio Ortega, un escritor palmero tan genial como inseguro, ya fallecido. Hoy rescato y comparto con ustedes esta poesía inédita para salvarla del olvido. Se titula: Boceto para una mujer despierta. Y dice así:

“En ciertos lugares / no demasiado recomendados, / junto al malecón de la vida, / habita esa suerte de mujer que amo.

Ella lucha, come, corre, duerme / y se desparrama cuerpo arriba / desafiando la ley / de todas las gravedades.

Con sus manos forma un cuenco / para que por ellas no se le escapen / los puntuales días, / las cazuelas del querer/y ese cierto aire de beso quieto / anegado de luz tan cerca de la mira da / viendo mariposas grandes volar, / mundo pequeño arder / y, como las cuerdas de un arco, / cuando el amor restalla, / desata una curiosa manada de abrazos / o se atarea por las esquinas, / provocando disturbios, cielos y tempestades / por más que a ratitos juegue / su dulcedad completa.

Turbada por el pudor de la memoria / no puede concebir amenaza tan mezquina / que sólo haya ladrones en su ropa.

Ah, pero cómo palpita su sangre bella y brutal / cuando desnuda derriba con su calor los límites.

Ah, cómo quema y guerrea en lo alto esta mujer / siempre acechada y poblada por húmedos presagios.

Qué sufrimiento sabroso es ver / cómo sus pechos vuelan voladamente / hasta cambiar de rumbo de vuelo a vuelo.

¿Pero será posible que alguien crea / despreciables e inexistentes lugares tales / donde con un poco de suerte habita / esa especie de mujer que nombro?

Cuando ella ama, se entrega y borbotea / se yerguen como una antena de oro el centro ardiente del orgullo, / la errónea maravilla de sus noches de amor, / las constelaciones personales, / los arrebatos de su indómito paisaje, / el sigilo de su risa caminando a través de las piedras, / sus dramas de secretas injurias enterradas / y el oscuro relámpago humano / que aprisionó por un instante el fulgor donde su cuerpo / nace, crece y se perpetúa / en andares sucesivos para sobrevivirse a diario”.

Años después muerto Leocadio en un estúpido accidente, encontré las cartas, reflexiones y poesías que me escribió en esos años. Muchas tan rotundamente bellas como tristes. Todavía lo recuerdo cuando aparecía casi siempre a destiempo, inoportuno, hipersensible, extraterrestre extraviado de la felicidad y de la vida, en la antigua sede del Diario de Avisos en La Palma, en Méndez Cabezola, cuando más absorta estaba yo terminando de escribir alguna noticia. Algunas veces siento no haberle hecho más caso cuando reclamaba mi atención, cuando traía sus textos dedicados; y me contaba que iba a enterrar definitivamente la poesía, que la cambiaba por la prosa, y siempre anunciaba un inaplazable, inconcreto, viraje de timón en su caótico y desesperanzado batallar. La última vez que lo vi ya no residía yo en La Palma. Fue al regresar de un día alegre en Garafía cuando paramos en Barlovento a tomar un café demasiado breve en la barra. Él apenas habló, refugiado en su concha. Quizás algún día comparta otros poemas suyos. Tal vez le gustaría. Aunque conociéndolo es probable que la posteridad no le interese demasiado.

mvacsen@hotmail.com