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Voto peninsular y género > Nuria Roldán-Arrazola

   

En el acto central de campaña de los nacionalistas canarios en la isla de Tenerife se realizó un llamamiento al voto de los hijos de los peninsulares nacidos en Canarias a partir del año 1992. Los no buenos augurios del nacionalismo canario en estas elecciones les hace dirigir su mirada a los nuevos caladeros y a los nuevos votantes, quienes ven cómo el discurso nacionalista segrega y clasifica atendiendo, no sólo al lugar de nacimiento, sino también a la relación de parentesco de los nacidos en Canarias de padres outsiders. La polémica en Cataluña sobre las declaraciones de líderes de CiU acerca de la excesiva presencia de inmigrantes en España, o de andaluces o extremeños en Cataluña, pone de manifiesto la terquedad de algunos a la hora de atender uno de los procesos políticos de mayor envergadura en la creación de las bases de nuestra convivencia y de nuestra economía. Hacer recaer en los orígenes la esencia misma de tu existencia como organización política es algo altamente abstruso e inconsistente en un mundo plural e intercomunicado, más en lugares donde los procesos migratorios forman parte de la esencia misma de su historia. Los discursos políticos anclados en los orígenes y en monopolio de éstos son, cuando menos, antimodernos y decimonónicos. Si la ilustración y la revolución burguesa nos hicieron partícipes de una esencia común, la humanidad, el desarrollo del Estado moderno nos individualizó como seres autónomos con derechos individuales, frente al estamento de sociedades medievales donde los sujetos estaban sometidos a los intereses de grupos económicos, entrelazados sólidamente en grupos de parentesco donde el individuo sólo existía como parte de ese grupo.

La revolución burguesa y con ella la ilustración nos pusieron en la rampa de la libertad individual como horizonte a desarrollar en una sociedad humanista. No hay nada de moderno, ni de ilustrado ni de igualitario en alzarse como el garante de las esencias de la canariedad. Máxime cuando se pretende también representar la igualdad de oportunidades apropiándose además de la representación femenina. No puede ser más contradictoria cuando la reclaman las más altas representantes de la política de igualdad de oportunidades, que es de por sí un discurso político fruto de la ilustración.

La contradicción está servida cuando pretendemos representar el discurso de las esencias que se encuentra anclado e incrustado en la más oscura de las tradiciones políticas de nuestro continente. Se pretende excluir al adversario enarbolando la bandera de la segregación, que avala el que en nombre de la canariedad hoy pactemos con unos, mañana con otros y que no estemos obligados a mostrar nuestros planteamientos políticos, ideológicos y deontológicos para con las ciudadanas a las que solicitamos su voto.
La acción política, en democracia, se fundamenta en ponerse al servicio de la ciudadanía, a la que se solicita su confianza para representarla durante cuatro años y a la cual debemos dar explicaciones de lo que hacemos con dicha confianza. Una candidata es una persona que se coloca al servicio de la ciudadanía: no le dice a la ciudadanía lo que debe hacer, decir o pensar. Entender alguno de los principios fundamentales de la cultura política democrática debe ser asignatura a estudiar. Mientras tanto, la ciudadanía sufre un todo vale, una manipulación y un oportunismo que debe tener alas muy cortas.

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