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La invasión silenciosa

   

Estas plantas exóticas desplazan a las autóctonas y generan importantes cambios en todo el ecosistema. / DA

VERÓNICA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

Las malas hierbas están poblando el planeta y convirtiendo, poco a poco, a todos los paisajes en similares. Podría ser el trailer de una película de esas de invasiones extraterrestres. Sin embargo, es una realidad que se va a tratar la próxima semana en el encuentro de malherbología que tendrá lugar en la Universidad de La Laguna (ULL). El profesor de Ecología de este centro universitario, José Ramón Arévalo, es el anfitrión del encuentro científico y el investigador principal del grupo Especies invasoras: grupo de investigación interinsular de la ULL, una de sus líneas de trabajo es un estudio internacional sobre las invasoras de zonas de alta montaña, en colaboración con varios centros de todo el mundo.

Explica que el Parque Nacional del Teide es una de las zonas de estudio y concluye que se trata de “un lugar bien conservado y con una muy reducida presencia de plantas invasoras. Sin embargo, por los cambios mundiales en el clima y la globalización, requiere de un mayor monitoreo para detectar tempranamente cualquier problema y poder actuar porque, una vez introducida una invasora eliminarla es muy complejo”.

Una de las conclusiones a las que llega este grupo de investigación es que las infraestructuras humanas son las que más favorecen esta presencia. “Así que se debe tener cuidado a la hora de decidir instalar una carretera en una zona de este tipo pues son las principales vías de entrada porque, además, en los arcenes es donde proliferan este tipo de plantas con mayor facilidad”. El Teide forma parte de la red mundial junto a otras zonas montañosas de Chile, Australia, Estados Unidos, Suiza, Pakistán y Sudáfrica.

El ecólogo remarca que el “Gobierno de Canarias tiene una legislación y una lista de especies invasoras muy importante, pero es difícil competir con este mundo global y evitar su entrada”. En este sentido, José Ramón Arévalo explica que en Canarias se está viendo que las entradas más habituales de estas especies invasoras son la jardinería y los campos de golf. El peligro está en que estas plantas desplazan a las autóctonas y también generan importantes cambios en todo el ecosistema influyendo también en la alimentación de los animales de la zona. “Una vez que ya se detecta en espacios naturales, está por todos lados”, afirma e insiste en que, por eso, “hay que cambiar de estrategia e ir directamente al control de los focos de entrada”.

En el Archipiélago, una de las especies más extendidas es el famoso rabo de gato o Pennisetum setaceum que entró como planta ornamental al igual que la la amapola de california o Eschscholzia californica. “Si se hubieran detectado a tiempo, el problema no sería el que es hoy que ya es prácticamente imposible erradicarlas porque los costes son enormes”, indica.

Esta introducción “genera una homogeneización de los ecosistemas por intercambio. Una vez imbricado en el ecosistema puede aparecer irrupciones como que algunos artrópodos se alimenten de ellos o que se desplace la flora nativa”, remarca el investigador. Los casos muy visuales suelen darse en áreas ya perturbadas pero el verdadero riesgo está, precisamente, en las menos accesibles como es el caso de la laurisilva donde ya se registran ejemplares de Ageratina adenophora, una planta de méxico o la Nicotiana glauca -el conocido tabaco moro- que provoca intromisiones muy fuertes como, por ejemplo, en Montaña Clara donde llega a formar bosques a pesar de ser una planta americana. Ocurre, también, con la Opuntia dillenii o la Opuntia maxima que son dos pencas que, en su momento, cumplieron una función económica muy importante pero que, en la actualidad, alteran ecosistemas completos como sucede en Teno. El XIII Congreso Nacional de Malherbología de la Sociedad Española de Malherbología (SEMh) se celebra en la ULL y participarán 80 especialistas.