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Mantengamos la distancia > Sergio García de la Cruz

   

Somos territorialistas, marcamos un espacio circundante y lo hacemos nuestro, si es violado el hecho tendrá su sanción. En ese espacio solo debe entrar quien nosotros queremos.

La extraña situación en la que nos encontramos cuando tenemos que compartir un espacio tan reducido como puede ser un ascensor nos produce incomodidad, y no deja de ser curioso cómo nos comportamos: nos rascamos, nos tocamos, miramos al suelo, al techo, los botones… pero el pensamiento interno común se centra en llegar, y cuanto antes mejor. Otra situación muy común es la de hacer nuestro el lugar que ocupamos habitualmente, por ejemplo cuando asistimos a un aula y ocupamos de manera diaria el mismo lugar o en una guagua que nos lleva todos los días a nuestro destino, pero en esta ocasión les hablaré del que nos rodea, del que debe ser infranqueable.

El antropólogo Edward T. Hall fue quien introdujo el término proxemia. Se trata del estudio de las distancias (o el espacio necesario) para que nos sintamos seguros en nuestro entorno personal. La distancia varía de cultura a cultura, más común entre los canarios es un mayor acercamiento, y esto se demuestra en los saludos y presentaciones, donde es normal el beso y abrazo.

Mientras tanto, en Alemania se suele dar la mano para saludar, y el beso o abrazo cuando la amistad es mayor. Les invito, tras leer este artículo, a observar la distancia entre los interlocutores y las reacciones que se producen y en qué casos se da un mayor acercamiento sin ser sancionados (rechazo, repulsa, etc.).

A título general se marcan estos límites: menos de 15 cm zona privada: prohibida; de 15 a 45 cm la íntima: esta es la más reservada por cada individuo, se da cuando existe una gran confianza y en algunos casos estarán emocionalmente vinculados; la personal de 46 cm a 1,20 m; la social de 1,20 a 3,50 m, y por último la pública a partir de 3,50 m. Jugar con las distancias puede ser beneficioso en algunos casos, pero también contraproducente en otros. El acercarnos puede transmitir un deseo de intimidad o aumentar/disminuir la dominación, alejarnos declara la falta de interés. Una persona que tiene un espacio personal muy grande puede ser una persona que le cuesta confiar en los demás. En cambio, quien tiene un espacio personal más cercano podría ser alguien a quien le es fácil confiar en los demás. En los interrogatorios policiales la violación del espacio personal a menudo se utiliza como estrategia; se asume que esta invasión del espacio personal del sospechoso (sin posibilidad de defensa) le dará al funcionario una ventaja psicológica.

Sergio García de la Cruz experto en Seguridad Ciudadana y Bienestar Social. Profesor de Seguridad y Protección