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Miguel Rocha, en La Recova > Joaquín Castro

   

En la sala de arte La Recova se puede visitar la interesante exposición de Miguel Rocha, que ofrece al contemplador la belleza hiperrealista de una observación atenta a los temas elegidos, como pueden ser conjuntos de gran formato de cacerolas, o series de manzanas y huevos.

La claridad de sus imágenes deriva, en gran parte, del hecho de que el pintor recurre como todo buen técnico al dibujo para construir sus composiciones, en las que personajes y objetos aparecen netamente destacados sobre los fondos. No deja de sorprender que un artista se sienta tan seguro a la hora de plantear soluciones en el campo pictórico. De los fondos de los cuadros surgen, como ocurre en esta exposición, la figura humana, contribuyendo a ambientarla y a ofrecerles diversas connotaciones. Pinturas con la situación de personajes, algunos de ellos con la tristeza de la vida en relación a un austero entorno, como por la gama cromática utilizada, que remiten a obras de carácter íntimo.

En la exposición se suceden temas sobre manzanas, huevos en hilera, cazadora marrón, batín de señora con escupidera, lavadora en mal estado, cocina de butano con desperfectos… Obras que se reconocen a primera vista, tanto por la calidad de sus temas como por el tratamiento, que nos demuestran una vez más que el arte no se mide por la supuesta contemporaneidad del lenguaje utilizado, sino por la sinceridad de lo expresado.

Los cuadros de Miguel Rocha son el producto de un impulso interior que le lleva a plasmar su pintura con total dedicación, manteniendo una línea coherente que no deja indiferente a la retina más exigente del entendido. Es un pintor que ha seguido una línea de independencia en sus trabajos sin entrar en remolinos de modas de ismos, ni esperar definiciones concretas que encasillen su pintura. Trabajo producto de talento y calidad.

Miguel Rocha ofrece una obra basada en la cotidianidad de ambientes, mediante una gama de colores densa, con una abigarrada escenografía pictórica, con tendencias geométricas, donde los elementos, cacerolas, manzanas, huevos, parecen querer saltar del cuadro para tomar vida y tal vez protestar por su constante utilización. El grosor táctil, intensa materia aplicada a los soportes, convierten sus cuadros en un estallido de vida, color y pasión por el arte. Pintor que siempre se ha entregado a su trabajo, trasladando todo lo que su retina observa a la tela, marcando su personalidad por encima de modas pictóricas. Ser fiel es ser sincero.

Mediante una lectura pausada y tranquila donde la realidad se impone, Miguel Rocha se entrega al bodegón con mirada pura, ajeno a tendencias y modas, simplemente a la naturaleza. Todo en él es hiperreal. Pintor de sentimientos, de emociones, con ideas claras, sabiendo dónde quiere ir y hasta dónde desea llegar. Su pincelada cromática sabe recorrer con nervio la tela, dejando manchas de color que sabe controlar, describiendo el tema, el caso de las cacerolas, de apuntarlo y concediendo importancia al conjunto final con el detalle como remate de la tela. En toda su obra se impone una afirmada maestría y posee una intuición por encima de saberes.