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La acuicultura canaria retrocede el 23% en seis años de dura crisis

   

Imagen de archivo de una explotación para el engorde de dorada y lubina, en Los Gigantes, Tenerife. | DA

Imagen de archivo de una explotación para el engorde de dorada y lubina, en Los Gigantes, Tenerife. | DA

ROMÁN DELGADO | Santa Cruz de Tenerife

La acuicultura canaria, que, por ahora, siempre ha consistido en la cría y el engorde en cautividad y en aguas marinas de las especies dorada y lubina (las que dominan casi en su totalidad la producción isleña, más la leve aportación del lenguado), está en crisis, en una honda crisis. Para avalar esta afirmación, basta con ver los datos oficiales de la oferta regional comercializada en los últimos años.

La actividad productiva que para muchos consejeros autonómicos del área iba a ser la salvación del sector acuícola-pesquero, sobre todo para la integrante del PP Pilar Merino, ha sufrido un tremendo leñazo. Si se prefiere, se puede decir que la burbuja de la actividad acuícola de la dorada y la lubina en las Islas también ha pinchado, y mucho.
Los datos oficiales no pueden ser más reveladores y además confirman que las previsiones de producción incluidas en los avances del Plan Regional de Ordenación de la Acuicultura en Canarias (PROAC), en el dique seco, estaban inflados a más no poder. ¿Cómo se iba a llegar en 2016 a 50.000 toneladas de producción por año? El efecto de tanto disparate se muestra hoy en día con extrema nitidez en las ofertas comercializadas a partir del año 2007, cuando ya se ve que la actividad no va viento en popa, ni cosa que se le parezca.

LA EXCEPCIÓN DE 2009
Desde ese año (con la excepción de la campaña de 2009, con 8.200 toneladas), cuando la producción alcanzó el umbral de 7.968 toneladas de dorada y lubina, nada ha vuelto a ser lo mismo. Y tanto que es así, que entonces la curva de producción ya definió un primer punto de inflexión.

Desde el año 2007, para muchos el arranque real de la crisis económica, hasta el cierre de 2012, la oferta comercializada se ha reducido el 23%, lo que implica que la Comunidad Autónoma de Canarias, que se vendía por los políticos como el paraíso de la acuicultura marina, se ha convertido en una actividad productiva con una pírrica oferta, de solo 6.144 toneladas por año, incluso menos cantidad que en el año 2011, y que en 2010. Solo en 2009 hubo más producción que en la campaña anterior, siempre para el periodo 2007-2012.

[apunte]¿Quién dijo lo de 50.000 toneladas?
La entonces llamada Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación del Gobierno autonómico, en la última etapa del PP en este departamento (con Pilar Merino como consejera), había previsto en el avance del tan manido Plan Regional de Ordenación de la Acuicultura de Canarias (hoy, cinco años después, aún sin aprobar de manera definitiva y ya declarada su caducidad) que la actividad acuícola en la comunidad autónoma, sobre todo de especies de pescado blanco como dorada y lubina, produjera hasta 50.000 toneladas anuales en el horizonte del año 2016, algo que hoy, como ya lo era antes, no es más que un auténtico disparate, principalmente porque el punto de partida era la cota anual de 7.968 toneladas, de 2007, según registro de la propia consejería. En la etapa de la consejera Merino, la acuicultura se convirtió en la panacea del desarrollo en el sector acuícola-pesquero local. Tal fue así que incluso su equipo directivo se planteó quitar 600.000 euros del programa comunitario de apoyo a estas actividades conocido como Posei-Pesca para integrarlos en la partida de consumo exclusivo para los acuicultores. Esta posibilidad se quedó solo en un amago por la virulenta oposición del sector extractivo local (cofradías de pescadores isleñas y la organización de productores Anacef, con sede en Las Palmas de Gran Canaria). A partir del año 2007, aunque con especial intensidad desde 2009, la acuicultura marina canaria ha caído en desgracia por su baja competitividad en los mercados globales y por los efectos de la crisis económica en España.[/apunte]

[apunte]El cultivo de peces se da un tortazo
Escasa profesionalización y atracción de las ayudas. A la acuicultura, como ya había ocurrido con la construcción residencial, acudieron muchos inversores locales en busca de su peculiar maná, pero no lo consiguieron. Esta actividad se vio como una opción para diversificar la inversión, y así nacieron innumerables proyectos solo alimentados por subvenciones y ayudas de la UE, muchos de ellos hoy abandonados, arruinados y embargados.

Minifundismo extremo y competencia atroz. El modelo canario de desarrollo de la acuicultura resulta fallido, en parte, por la errónea elección de la dimensión y por las dificultades para competir en los mercados globales, en especial por la lejanía de los lugares de venta, Esta diferencia de coste no se compensa con suficiencia a través de la ayuda a la comerciacilización del pescado obtenido que se paga con cargo al Posei-Pesca. Y todo esto sin contar con el mayor precio de los piensos y de los alevines, las especies que luego se engordan.[/apunte]