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Adiós a Juan García – Por Julio M. Marante

   

Una página en blanco espera las palabras necesarias, y escribo… Escribo que La Palma, herida por el luto, guarda silencio angustiada por una muerte honda, la de Juan García Martín. Tajadre, Aridane, Renacer, Gándara… Rondallas de Lo Divino, Agrupaciones y coros, que en la Isla son o han sido, velan su tranquilo reposo en medio de un sueño de tristeza, porque aun conociendo su enfermedad, nos duele ese adiós que, por un momento, silenció a nuestra tierra; porque La Palma, con un silencio lleno de matices, anclado a su cultura y hermoseado de armonías, siente su muerte junto al mar insomne que la baña, con las notas melodiosas de los cantos.

Recuerdas Juan, habíamos hablado de hacer juntos El collar de caracolas, un espectáculo que ahora reposará como tú en un sueño de tristeza. Bien dicen que en el crepúsculo de la memoria se unifican los muertos y los vivos, los que nos desvivimos viviendo y aquellos que han alcanzado su unión espiritual con Dios. Claro que tú, ya estabas cerca de Él, cuando compusiste aquella Misa palmera en 1975, cuyos temas sonaron a música y coros celestiales interpretados por Tajadre con las voces blancas de Jorge Perdigón y Juan Martín. Luego, La Misa Solemne a Nuestra Señora de Los Remedios que, más de una vez, nos hizo volver hacia lo alto, al lugar del coro, pues intuíamos que era allí, donde los ángeles entonaban sus cantos. Años después llegó La Salve, dedicada asimismo a la titular del primer templo llanense, un reflejo de sentimiento y fe, conceptos que aquí no pueden separase. El estreno del Himno a San Miguel, también me pilló en Tazacorte y sentí, a través de la música, la fuerza y la misión grandiosa del Arcángel. Gracias, Juan, por esas aportaciones y por la humanidad que siempre demostraste. Gracias por tu corazón, ese corazón interno que te movía… No sé si en vida cometiste errores, si fue así, estoy seguro que Aquél, al que con tu batuta ofreciste tanta alabanza, te los ha perdonado todos en la hora de la lección definitiva.

Esperamos que no suceda contigo, lo que tú denunciabas: los silencios y olvidos, a veces interesados, de algunos compositores palmeros. Que esas recopilaciones, a las que dedicaste gran parte de tu vida, no se pierdan. Un archivo musical de gran riqueza con el que recordaremos tu nombre, y esa curiosidad tuya en la que aprender era asombrarse cada día. Por eso, tu marcha nos ha dejado triste el solar del alma. A tus amigos más íntimos les sangra el corazón. “Cuando un amigo se va,/ queda un espacio vacío / que no lo puede llenar / la llegada de otro amigo”. Es verdad que hemos perdido la huella efímera de tu cuerpo, pero nos queda la parte espiritual de lo que hiciste antes de reconciliarse con el cielo. Sé que allí, te han recibido con alborozo. Los ángeles sorprendidos te han visto sacar un conejo de tu chistera… ¡Es un milagro dijeron…! No es un milagro, manifestaste, para añadir luego “Es una argucia, yo soy el ilusionista Garcimar y a lo que he hecho, en La Tierra, lo llamamos magia”. Entonces los ángeles formaron un corro y, como niños, esperaron por los nuevos trucos del Mago.