Otra pantomima – Por Román Delgado

Pasa muchas veces que alquien se las da de listo, del más listo, y luego termina siendo pillado. Entonces se descubre, porque es evidente, la pantomima. Y luego todo lo construido a través del banco de bellas palabras recogidas por la prensa y otros medios masivos se desmorona para convertir esa colección de falsos vocablos en irrecuperable ruina. Esto pasa mucho en esta tierra, donde cada vez se palpa más que la ruindad crece como la espuma. Y es que, por si no lo sabían, una cosa es la realidad publicada o difundida por los mass media y otra bien distinta la realidad real de verdad, la que no miente, que es la que uno se encuentra en ocasiones y sin buscarla, en la plaza, en el patio, en la barra del bar, en conversaciones disparatadas, en el asiento delantero de la cabina de un avión, en la charla forzosa con el taxista: en casi cualquier sitio de este trapacero mundo. Ah, que se me olvidaba, y también en el lecho de algunos barrancos de las Islas, donde el color verde de la fruta símbolo de esta tierra transita de la esperanza de ser alimento con potencial para completar la dieta humana a convertirse en amarillo pasto de lagartos, lagartijas, ratas, aves y otros bichos, todos con derecho a engullir nutrientes, pero algo más tarde. En La Palma, esta lección, incluso pese a los tiempos que corren, de pobreza y hasta extrema pobreza, de necesidades alimentarias en ocasiones indignas, parece que aún no se ha digerido bien, aunque lo sensato sería decir que se explica y se publicita requetebién, fantástico de la muerte, pero luego, en eso que yo llamo la realidad real de verdad, la cuenca del barranco acoge comida llamada plátano que igual debía estar en otro lugar: en mesa vacía. Y es que en dos millones de kilos de plátanos, si es verdad la cifra denunciada en La Palma, hay mucho potasio que deja de correr por las venas de almas necesitadas. Alguien debe explicar de qué va tal tormento. Espero sentado, que de pie me canso.

@gromandelgadog