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Papel mojado – Por Jorge Bethencourt

   

Cuando la tempestad azota el barco es cuando se observa en toda su crudeza cómo desaparecen las virtudes de la templanza, arrebatadas por los vientos del miedo. Mantener lo que Gracián consideraba el arte de la prudencia se vuelve complicado cuando se desmoronan los maquillajes.

La crisis ha provocado que las democracias totalitarias de mercado intervenido se hayan abocado a cambiar las reglas del juego a mitad del partido sin importarles violentar la seguridad jurídica. Lo han hecho con los incautos inversores que metieron su dinero en las energías renovables, a los que primero engatusaron con primas sin cuento y luego han dejado colgados de la brocha alterando a la baja las promesas de pago. Lo han hecho subiendo impuestos a mansalva después de prometer precisamente lo contrario, pasando de ser devotos de Laffer a convertirse en recaudadores feudales de diezmos. Lo han hecho anunciando la expropiación de viviendas, apelando a la función social de la propiedad privada que sólo es privada hasta que al funcionario de turno se le ocurre que puede dejar de serlo. Y lo han hecho metiendo mano a los depósitos bancarios superiores a una cierta cantidad arbitrariamente fijada, para que los ahorradores carguen con los costos de las crisis de la deuda de las naciones.

La última gran idea de Alfredo Pérez Rubalcaba es la retirada de los billetes de 500 euros, que vincula a hechos delictivos pese a ser “de curso legal”. La creciente tendencia de los gobiernos es que el dinero en efectivo, que escapa a su control, es una incomodidad. Lo ideal -y previsible a corto plazo- es que los ciudadanos hagan sus transacciones con dinero de plástico, tarjetas que dejarán un rastro indeleble de cada una de las compras o ventas. El sistema no sólo ofrece ventajas para la Hacienda pública (que conocerá al dedillo todos y cada uno de los gastos de cada ciudadano) sino que además permitirá a los gobiernos controlar qué tipo de transacciones hacen sus súbditos, desde los preservativos que se adquieren en una farmacia hasta las comidas en los restaurantes.

Primero serán los bin laden, como se conoce popularmente a los billetes de 500. Y luego los de 200, los de 100 y los de 50. Porque los mafiosos americanos ya aprendieron a pedir el dinero en billetes pequeños y sin marcar.

Esto va de que el dinero no es nuestro. Es de ellos. No es un billete al portador a cambio de nuestro trabajo. Ni siquiera es un compromiso de pago de un banco central. Es sólo papel. Papel moneda. Papel mojado de quienes pierden los papeles después de perder el rumbo y cambian las leyes a la medida de sus conveniencias coyunturales.

@JLBethencourt" href="http://twitter.com/JLBethencourt" target="_blank">@JLBethencourt