X
DESPUÉS DEL PARÉNTESIS >

Mourinho – Por Domingo-Luis Hernández

   

Nadie, ni el más fiel a Mourinho, pudo interpretar más allá de una machada graciosa del susodicho el que Íker Casillas fuera relegado a la suplencia después de que la temporada anterior salvara al equipo con paradas antológicas, penaltis y que el propio Mourinho pidiera el Balón de Oro para él. Ninguno de sus fieles aceptaría que el asunto es un ajuste de cuentas personal; no están dispuestos a reconocerlo, pero todos los síntomas hacia ahí conducen. El primero, hacerle creer a un muchacho de buena voluntad, Antonio Adán, que era mejor que el portero titular. Y así le ha ido, porque quien no creía semejante barbaridad era el que se manifestó de tal modo, el entrenador.

¿Por qué el tal Mourinho actúa del modo en que actúa?

Dicen que es un sujeto preso de su radical personalidad y que por eso responde a quien ha de responder (la prensa en su sitio, etc., etc.) y que no le tiembla el brazo ni con los allegados. Pero… No había razón alguna para ello en Casillas. A no ser que una llamada de atención no le viniera mal al mejor portero del mundo. Y no es eso. Nunca Mourinho dijo que fulanito de tal se quedaba en el banquillo porque menganito era mejor; en ese caso, sí lo dijo. Razón personal, entonces.

¿Qué razón? Es una burrada que en un equipo profesional y de categoría (como el Bayern, el United, el Barcelona, el Ayax, el Inter, el Milan…) el portero titular sea relegado al ostracismo, incluso en los partidos de pelota vasca, o que un jugador profesional sea denigrado y puesto a los pies de los caballos por su entrenador. ¿Qué razón? Alguien (que conoce los fundamentos del Madrid) me contó que en el problema de Íker se combinan, al menos, dos cosas, tras el subterfugio de que a Mourinho le gusta un determinado tipo de portero y que Casillas no llega a la condición. Dicen, una: Casillas tiene una novia que, aparte de ser bien parecida, es periodista; luego, acaso en la intimidad Casillas hable y ella… Parece que unas declaraciones de Carbonero en México, encendieron la mecha. Dos: Casillas, atorado por el enfrentamiento siniestro entre el Barcelona y el Madrid, alzó el teléfono, marcó un número y su amigo Xavi contestó. Eso enhebró los nervios de Mourinho, más cuando el Príncipe de Asturias lo reconoció.

¿Por qué? José Mourinho ha dado muestras en su trayectoria como entrenador que acaso sea uno de los más listos del mundo y que sabe como pocos ganar en condiciones primarias. Y también ha demostrado que dista mucho de ser un buen profesional, porque un buen profesional tiene por meta el de dirigir sin contradicciones, apriorismos y personalismos a un grupo, y él no lo hace. Lo demostró con su respuesta la pasada semana a Pepe y eso subraya la condición: no acepta profesionales responsables y razonables, sólo acepta incondicionales (como el pobre Karanka).

Lo que un profesional en su estado ha de defender e imponer es la consecuencia, no la calidad de dueño, de amo. Si así lo hace, puede haber sorpresas: que la dignidad lo sorprenda. Por eso creo que Mouninho arrastra en sí su propio desastre (aparta de los miramientos patológicos que un psiquiatra podría rastrear): creyendo cavar la tumba de algunos de sus jugadores (Casillas o Pepe) está construyendo con mano firme su propio mausoleo. ¿O no aclamó Ferguson ese registro antes de decidir quién lo sustituye en el United?