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Antonio Hernández – Por Luis Ortega

   

Un año más, La Orotava preparó, vivió y compartió sus fiestas grandes, una acertada fusión de fe y cultura, de liturgias solemnes, arte en las calles y regocijos populares que atraen a miles de personas hasta la monumental Villa que madrugó tres siglos a la organización administrativa de las Cortes de Cádiz y logró la independencia del entonces Cabildo único antes que ninguna otra población del Archipiélago. Aparte de sus famosos atractivos, el Corpus y la Romería de los patronos San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza tuvieron en esta edición de 2013 valores añadidos que resalta en esta esquina un admirado espectador de las mismas. Isaac Valencia, presente en el Consistorio desde las primeras elecciones locales de la democracia en 1979, y alcalde durante ocho mandatos, oficializó su marcha y recibió el cariñoso homenaje de sus convecinos con prolongados aplausos en reconocimiento de la espectacular transformación del municipio y la calidad de los servicios que hoy ofrece; recordó las tres décadas de gestión y pidió el mismo apoyo para su sucesor in pectore Francisco Linares. Para la crónica local quedó también la efeméride del centenario de las elegantes andas de plata, un sabio y generoso empeño que tuvo la mejor respuesta de los orotavenses de entonces y que, en su estreno en 1913, tuvieron el saludo coral de una nutrida banda y 200 cantantes que entonaron el Tantum Ergo, dirigidos por el maestro Tomás Calamita. La tercera circunstancia singular notable recayó en la personalidad del pregonero, el sacerdote Antonio Hernández, fundador y responsable del Proyecto Hombre y actual Rector del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, en La Palma, de donde es natural. Durante una larga década fue titular de la parroquia de La Concepción y dejó una profunda huella entre sus feligreses y en todos los sectores del municipio. Pronunció un espléndido pregón que, con hondura, brillantez y sentimiento, glosó el sentido de la fundación eucarística y “el carácter de un pueblo que cuida con arte y celo sus tradiciones” y vinculó estas celebraciones al compromiso éticamente irrenunciable con los sectores más necesitados de la sociedad, las víctimas inocentes de una crisis interminable, desatada por la codicia y la falta de regulación “que exige a los responsables políticos, gobiernos y oposiciones, búsqueda de acuerdos y fórmulas eficaces y sostenibles para atender a los sufrientes con la misma generosidad con la que actúan sus administrados”.