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Soy sola pa’ todo – Por Claudio Andrada Félix

   

¿Cuántas veces habremos escuchado en Canarias esta expresión? Sobre todo en el ámbito doméstico, donde nuestras madres o compañeras, o lo que sean, han emitido esta frase recurrente y real como la vida misma. Hartas, sí, hartas y cansadas de sostener entre sus brazos toda la economía familiar, las tareas de limpieza, la educación de los hijos, etc. Frase de madre y compañera, acompañada de aquellas que ya son una amenaza en toda regla: “Me dan ganas de coger la puerta y no mirar ni pa’tras… Ya me echarán de menos cuando no esté, porque está claro que no valoran lo que hago”. Y es absolutamente cierto. Sostenida esta situación en una educación machista que ha superado los siglos y siglos de historia, aún hoy las propias madres y padres de esta sociedad moderna siguen repitiendo los clichés con que fueron educados… Eso sí, más coraje me da cuando escucho en alguna que otra tertulia televisiva cómo algunos adultos jóvenes llegan a decir aquello de “yo echo una mano en casa”. ¿Cómo que una mano, singuango? -me dan ganas de decir-, ¿es que la titularidad de las tareas domésticas lleva un determinado sexo añadido por nacimiento? Ni de coña. Esto no avanzará hasta que nos demos cuenta, fundamentalmente los hombres, pero también las madres en cómo educan a sus hijos, que las camisas no se planchan solas, y menos con estos calores que nos derriten en este agosto aplastante; que la lavadora no requiere ningún curso de la NASA para ponerla en marcha; que la fregona, además de poder usarla como micrófono improvisado, lleva en la parte de abajo unas telas a modo de peluca rasta con la que se consigue que la casa no huela a tigre; que cuando se habla de trabas, no son los problemas que tenemos cada vez más los trabajadores y parados con el empleo, sino unos artilugios de madera o plástico que sirve para colgar la ropa -una vez pasada por la lavadora, claro- en el tendedero, y que no pasa nada si nos ven desde la calle o desde el balcón de enfrente en plena faena… Lo he comprobado y les aseguro, gandules colegas del sexo ¿fuerte?, que no se cambia de sexualidad por no sólo decir, sino hacer de las tareas de la casa un lugar de encuentro común con todos los miembros de la familia. Que ya está bien, carajo, que no debemos permitir que siga esta injusticia milenaria. Parte de la revolución que algunos proponen y prometen no será del todo creíble hasta que no lleve aparejada la transformación doméstica; en definitiva, el reparto justo de las tareas y obligaciones que hacen posible, como en la política, el equilibrio y la paz en los territorios aquellos de puertas hacia adentro, donde cualquier chispa origina un incendio de desencuentros. A iguales derechos, iguales obligaciones. Y no hay más. Los dejo que me toca plancha y fregar el balcón. Y un consejo: para las camisas es preferible no poner el centrifugado. Feliz lunes y que no se vuelva a oír eso de “soy sola pa’ todo”.

claudioandrada1959@gmail.com