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El grito de Sonia – Por Román Delgado

   

El grito de Sonia estremeció anteayer a más de uno, a toda la gente con corazón y honradez. Ayer también lo había hecho gracias al eco generado por los medios de comunicación, esta vez sensibles a tremendo problema social. E incluso hoy sigue resonando en calles, esquinas, salones de consultas médicas y de belleza, cabinas de guaguas y dentro de taxis y vehículos privados. El grito de Sonia lo oyó todo el mundo en este Santa Cruz sin solución inmediata posible. El eco del grito de Sonia donde único no aterrizó anteayer fue en la sala de reuniones de diseño neoclásico en que se hallaba reunido el alcalde de la ciudad, José Manuel Bermúdez, para abordar cuestiones que, visto el desenlace de lo ocurrido en la Casa de los Dragos, eran, sin duda, menores que las que padecen las trabajadoras o extrabajadoras vinculadas a la cooperativa Mararía. Esta entidad, por culpa de sus gestores y por la poca atención prestada desde el Ayuntamiento, sobre todo por el anterior equipo de gobierno (y el actual, que se equivoca mucho) en tareas de control y fiscalización de los servicios pagados por esa administración, ha conducido al desastre a casi 200 mujeres, hoy sin futuro, en la miseria y con el peor drama que puede afectar a la condición humana: tener que vivir en la indigencia debido a que te han robado lo que te pertenece, un trabajo decente y llano, algo que ha sido sustituido por el camino unidireccional en que han metido a mucha gente, a madres jóvenes y mayores, a personas sencillas y voluntariosas…; algo reemplazado por el estado del hambre. La dirección de Mararía, el Ayuntamiento de Santa Cruz y la propia Justicia dan pena en la gestión de este enorme problema; dan lástima y vergüenza por la incapacidad manifestada para buscar soluciones a la desgracia propiciada por otros (¡qué horror…!), principalmente por la poca deferencia mostrada con las afectadas y por la falta de ganas, rigor, fortaleza y voluntad que muchos han revelado para evitar el hambre que se alimenta de nefastas decisiones privadas y públicas (las dos). Hay mucho cargo público que ya está tardando en encender la esperanza en esas bocas llenas de razones. Claro que dan pena, Sonia, y ¡vergüenza! Me paro y miro El grito de Munch. Cuánto me recuerda a tu chillido. Cuánta razón tienes. Esto no puede ser. ¿Dónde la política? ¿Dónde la palabra…? ¡Basta ya!

@gromandelgadog