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DE REFILÓN > Cristina Molina Suárez

Pobre de aquel – Por Cristina Molina Suárez

   

Recientemente, en una sobremesa de esas en las que se termina arreglando el mundo, se hizo la distinción entre dos tipos de personas dependiendo de su reacción ante un problema: los que buscan soluciones y los que buscan culpables. Estos últimos parece que lo tienen más complicado pues difícilmente podemos encontrar culpables a ciertas injusticias. Algunas vienen dadas y otras simplemente no las hemos sabido manejar de mejor modo. Así, por ejemplo, paralizarse a amasar el dolor no es sano, ni constructivo, ni siquiera inteligente. A día de hoy nada se libra del simplismo que todo lo reduce hasta la mínima expresión porque, como bien nos engañamos, no conviene perder el tiempo en nimiedades. Hasta la pobreza misma la hemos enfocado casi en exclusiva a la pobreza material; sin embargo, cuando uno se acerca a una ONG lo primero que le hacen saber es la necesidad de comprender la diversidad de formas en las que la pobreza se presenta. La pobreza afectiva es cada vez más conocida gracias, en parte, a los medios de comunicación. “En cualquier circunstancia, cualquier persona puede sentir no haber amado lo suficiente o no haber sido amado de forma adecuada”. Esta carencia causa estragos y poco importa que seamos una sociedad civilizada y desarrollada si sentimos tal vacío.

Mucho más desconocida pero no menos estremecedora es la pobreza educativa. También esta con la agravante de que puede afectar a los que no les falta de nada. Ocurre incluso cuando una persona, aún sabiendo leer y escribir, no se cultiva, no se interesa por su entorno, no genera crítica. La sociedad se arrastra con cada necio que resulte indolente ante la realidad, ante la injusticia. Es una pobreza colectiva. Erradicar el hambre es, sin duda, una prioridad pero no la única. Mañana puede ser suya mi actual pobreza; su pobreza de hoy puede ser mañana la mía. Antes o después, de una cosa o la otra, todos somos pobres o lo seremos.
@cristination_