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Adiós a España – Por Jorge Bethencourt

   

La cuestión catalana va recorriendo todos los estadios previsibles en una infección oportunista de independencia. Cataluña ha advertido la debilidad del modelo de Estado y ha activado mecanismos sentimentales difícilmente reconducibles. Y Madrid, siempre ensimismada en un pensamiento centralista que es casi tan viejo como la propia España castellana, quiere tratar las ambiciones catalanas con el imperio de la ley y la Constitución. Leyes contra sentimientos. Un cóctel explosivo. Artur Mas plantea como eje troncal de la independencia sobrevenida el expolio fiscal al que se ve sometida Cataluña por el Estado. El discurso se podría comprar, al menos para debatirlo intelectualmente: no necesariamente las comunidades que ganan más deben estar condenadas a ceder parte de sus bienes para mantener eternamente a los que ganan menos y gastan sin mesura.

Sería creíble que Mas se hubiese convertido en enemigo del Estado solidario y coactivo, si no fuera por algunos pequeños detalles. Primero, porque quiere crear uno. Y segundo, porque Cataluña es hoy una de las comunidades con mayor imposición fiscal de Europa. Es decir, que aplica a quienes más ganan en su comunidad peor política confiscatoria de la que acusa al resto de España.

Las sociedades se sostienen por el principio de solidaridad coactiva que exige el Estado (que se cobra muy generosamente los gastos de gestión) para mantener el sistema de servicios y protección social. A los ricos les salió más rentable permitir el estado de bienestar que pagar ejércitos que les protejan. Como a los países ricos les va a empezar a convenir el desarrollo económico, social y tecnológico del Tercer Mundo antes de que miles de millones de seres humanos decidan asaltar las fronteras. La solidaridad, hoy, no es un principio moral, es pura supervivencia. Lo que plantea Mas, por tanto, no es creíble, no es europeo, no lo hacen en Cataluña, ni es más que otra excusa en el camino hacia la declaración unilateral de independencia que ya se atisba en el horizonte. Y lo que inspira esa declaración es el fracaso del un Estado debilitado. La oportunidad de un país que se desmorona en odios partidistas irreconciliables, en ruido y furia mediática. Es el momento perfecto para el viejo y dolido “adiós a España” de Maragall, a la madre que no escucha. La España milagrosa donde la Justicia ha dejado de ser ciega y es la política la que se ha puesto la venda en los ojos. No es el triunfo de la segregación, es el fracaso de España.

@JLBethencourt