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Gambia: patrimonio de la nobleza

   

Grupo de pequeños escolares pertenecientes a la aldea de Yuffereh, localizada a casi dos horas en barco de Banjul, la capital del país. / DA

Grupo de pequeños escolares pertenecientes a la aldea de Yuffereh, localizada a casi dos horas en barco de Banjul, la capital del país. / DA

LUIS F. FEBLES | Banjul

Bajo la acogedora sombra de un baobab el atardecer adquiere tintes fascinantes, de seducción y simbiosis con una naturaleza virgen. La sanadora brisa marina del Atlántico y la variedad cromática de sus paisajes generan en el visitante la sensación de formar parte de una instantánea irrepetible. Gambia posee una de las industrias menos corrompidas y más importantes del mundo: la dignidad y nobleza de sus gentes.

Sin necesidad de establecer estudios de viabilidad moral, este bello país, representante del África negra, gana a sus visitantes a través de una educación basada en el afecto natural y en el buen trato a sus viajeros, que marida a la perfección con el singular entorno. “Gambia it’s no problem”, refleja la tranquilidad de un país rodeado por Senegal salvo en la zona costera, en la que predominan kilométricas playas y abundantes manglares de ineludible visita.

Con una extensión de más de 11.000 kilómetros cuadrados y menos habitantes que en las Islas Canarias, esta excolonia del Reino Unido, que logró su independencia en 1965, comienza a labrarse un hueco en el competitivo espacio turístico mundial.

Con infraestructuras hoteleras de nivel como Senegambia, Coco Ocean, Sheraton, Kairaba o Kombo Beach, entre una amplia oferta, conjuga a la perfección con una elaborada gastronomía de influencia senegalesa, árabe y europea, siendo una cocina rica y de calidad donde proliferan productos como el pescado, el cacahuete y el arroz combinado con variedad de salsas. Como elemento identitario y pieza clave en la proyección del país se eleva la sempiterna figura de Kunta Kinte, símbolo del sufrimiento de la esclavitud africana.
Adentrándose en el país, es obligada la visita a los pueblos de Albreda y Yuffereh, donde se divisa la imponente escultura con cadenas rotas que recuerda a todos la trágica época esclavista en una contundente aseveración que reza: “Never again” (“Nunca otra vez”).

La sonrisa de los niños

En esta aldea, de entre 1.200 y 900 habitantes, se respira la verdadera realidad social: las carencias y necesidades básicas de un importante número de gambianos que a precios muy bajos venden abanicos de colores y piezas artesanales.

No obstante, la sonrisa y amabilidad de sus moradores revierte la situación. El gesto sincero de los niños que saludan a los turistas al llegar a la isla o los que acuden a la pequeña escuela del poblado compensa las casi dos horas de viaje en barco desde la capital, Banjul. Gambia tiene todo lo mejor de África, y de eso, el Gobierno es consciente para usarlo como reclamo para posibles inversores privados.

La esperanza del turismo

En un encuentro entre periodistas canarios y la ministra de Turismo gambiana, Fatou Mas, se dejó constancia del objetivo y perspectivas a corto y medio plazo que tiene marcado el Ejecutivo africano en su hoja de ruta: “Nuestro mercado ofrece infinidad de atractivos para el visitante y con la estabilidad política que tenemos queremos invitar a los empresarios y turistas canarios a que conozcan nuestra tierra. Además, ofrecemos muchas ventajas fiscales; confiamos en llegar a los 500.000 turistas en 2020, dado que en 2012 nos visitaron 175.000”, recalcó.

Un claro ejemplo del poder de atracción que supone Gambia para los potenciales inversores es la historia de Graciliano Lorenzo. Este grancanario de 61 años lleva desde 1985, cuando llegó, dedicándose a los negocios de restauración en el país. Su exitosa aventura africana lo ha consolidado como un potentado de renombre al regentar el restaurante Sailor, sin duda, una delicia para los amantes del buen pescado. “Vivo en un lugar tranquilo, sin problemas, incluso tomo agua del grifo y solo una vez pillé la malaria”, comenta el empresario de Guanarteme.

Gambia no tiene una fauna salvaje de gran tamaño, como sucede con otros paises limítrofes, pero sí conserva una floresta casi virgen y más de 250 especies diferentes de aves.

Una parada muy recomendable es el parque natural de Makasutu. Allí, en una tierra caliente de más de 1.700 hectáreas el visitante puede degustar un plato tradicional mientras observa el divertido movimiento de los babuinos o realizar un trayecto en cayuco por el río, todo, de forma económica a través del pago en dalasis (moneda de distribución local con cambio de 50 unidades por cada euro).

El mercado de Serekunda

Para conocer de primera mano la materia prima local, el mercado de Serekunda invita a sus visitantes a un choque con la concepción ultracapitalista del mercado europeo. Es un lugar en el que merece la pena dedicar mucho tiempo para conocer sus entresijos. Sin cámaras de frío ni puestos de venta de gran empaque, la pintoresca forma de presentar el género recién llegado de la mar llama poderosamente la atención. Gaviotas, una excelsa variedad de verduras y el simpático contoneo de las gangocheras rememora tiempos pretéritos.

Siguiendo con la gastronomía gambiana, se antoja imperdonable perderse los encantos culinarios de Ida-Cham-Njai, empresaria turística y perfecta anfitriona en estas lides.

Por otra parte, un aspecto que destaca a Gambia del resto de África es su historia de paz y estabilidad. Por ejemplo, el sistema jurídico del país se orienta a asegurar las inversiones y los contratos, en un marco económico y social en el que escasean importantes artículos y productos que para los europeos forman parte de su día a día.

Esta vivencia extraordinaria es posible gracias a la aerolínea BinterCanarias, que oferta los martes y viernes vuelos con escala en Cabo Verde (salidas desde el aeropuerto de Gran Canaria). A partir de enero, serán directos todos los sábados.

El resultado de la experiencia vital de bucear en la cultura y en la idiosincrasia de este pequeño país africano empata con el testimonio de cientos de viajeros que han sucumbido a su encanto. Así, muchos cuentan que “una vez pisas la puerta de África, una parte de la persona se queda en el lugar a la espera de la más que segura segunda oportunidad”.