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¡Que le corten la cabeza! – Ylka Tapia

   

Un periódico nacional publicó que una exdiputada canaria había encendido las redes sociales por un tuit enviado durante la alerta roja por vientos y lluvias en las Islas, y que había recibido tremebundas críticas por ello. Sin embargo, hay que puntualizar la información: el efecto viral de dicho tuit no estaba siendo especialmente relevante hasta que el propio medio lo acentuó. Noticioso o no este hecho, sí constata que los medios de comunicación son los ámbitos en los que se construyen los valores de una sociedad; ejemplo de esto último es que muchos se sumaron al juicio público compartiendo el artículo (interpretando a la fuente como voz autorizada) y aportando su propia opinión, lo que generó una ristra de comentarios en estériles debates sobre la frivolidad o no de la protagonista.

Y si los medios convencionales continúan siendo los entornos en los que se exponen los asuntos sociales, la Web puede convertirse de un minuto a otro en una especie de paredón para quienes desconocen el código de interacción y quebrantan sus tácitas normas. Los usuarios se han convertido en equivalentes de la Reina de Corazones exigiendo que, metafóricamente, rueden cabezas, ya que este es un espacio muy reaccionario (que no siempre incendiario); más, para los que ocupan una posición social relevante -políticos, futbolistas, periodistas, cantantes…-. Cuando se equivocan reciben aluviones de críticas (la mayoría poco constructivas) acompañados de burlas e incluso de insultos -actividades completamente censurables-.

Los límites de la exposición pública los establecemos nosotros, por lo que solo cabe atender al sentido común: el alcance de lo que difundimos en la Red es inesperable y permanente. Así, toca asumir que todo tiene sus consecuencias. Todo. La pantalla de un ordenador o de un smartphone no nos hace invulnerables, todo lo contrario: lo que hoy consideras una broma mañana quizá te pase factura. Y no me refiero solo al insensato que se expone consciente o inconscientemente, también al que se ha adjudicado el papel de censor. Nunca está de más recordar que Internet no es un mundo “libre y sin perjuicios”.

@malalua