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La entrevista – Por Leopoldo Fernández

   

Tras meses de desencuentros entre representantes de los gobiernos central y autonómico, mañana se celebra en La Moncloa la esperada entrevista entre los presidentes Rajoy y Rivero. Como no creo en milagros, ni en drásticos cambios de política -menos aún cuando es tan estrecho el margen de maniobra-, me conformaría con que de una vez por todas se restablezcan el imprescindible buen ambiente de diálogo y la sincera disposición al entendimiento entre los máximos representantes de Canarias y del ejecutivo estatal. Cuando, por imperativo interior y exterior, toca recortar y el reparto de dinero público resulta insuficiente, nadie queda conforme. Es el caso de Canarias, que ha sufrido, pero más de la cuenta, a la hora de recibir financiación y proyectos inversores. Aparte la injusticia que supone ignorar determinadas singularidades y compromisos vigentes en materia presupuestaria, lo que más ha dolido en las Islas ha sido el aparente clima de displicencia y ninguneo -en definitiva, falta de respeto institucional, descortesía y desconsideración- advertido en los contactos bilaterales. A lo que los dirigentes gubernamentales canarios han respondido con no menor altanería con descalificaciones, desafíos, enfrentamientos, pleitos y toda la parafernalia propia de este tipo de conflictos. Lo más importante, por tanto, debe ser el restablecimiento de un clima de lealtad, confianza y colaboración que siente las bases para la ación política. Porque es lo que conviene a las dos partes, pero sobre todo a Canarias, con vistas a la revisión del REF y del sistema de financiación autonómica, pero también para la revisión del Estatuto de Autonomía y para poder recuperar cuanto antes los convenios ahora congelados sobre empleo, carreteras, educación, costas, obras hidráulicas, etc. Estos largos meses de distanciamiento resultan tanto más incomprensibles cuando las relaciones entre Rajoy y Rivero, o entre Antonio Castro y Rajoy, y entre Ana Oramas y Soraya Sáenz de Santamaría, son excelentes. Así las cosas, todos deben esforzarse por concitar acuerdos y consensos y desterrar actos y frases que hieren y ofenden, como la que dijo el ministro Montoro en infausta ocasión al afirmar en el Congreso en plan chulesco: “¿Cuánto dinero hemos inyectado en Canarias?”, como si no existieran obligaciones por parte del Estado. O la misma puesta a disposición de Francesc Homs, mano derecha del presidente Más, precisamente mañana, del salón de actos de la Presidencia del Gobierno de Canarias para que explique el proceso independentista catalán en un acto organizado por una entidad privada. Tanto uno como otro caso son típicos ejemplos capaces de ensombrecer las relaciones bilaterales.