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Formas – Por Francisco Pomares

   

El encuentro de Rivero con Rajoy, no supone un antes y un después de nada. Supone sólo una nueva demostración de que lo muy conveniente que es que en política las formas estén siempre por encima del discurso. Cuando uno era joven, escuchaba a los marxistas criticar la democracia, por considerarla exclusivamente una cuestión formal. Y es cierto. No hay nada más importante en la democracia que las formas: la forma en que organizas el cuerpo social, la forma en que se participa de las elecciones, la forma que se da a los derechos de las minorías frente al poder de las mayorías. La democracia, al contrario de lo que creen casi todos nuestros gobernantes, es más una cuestión de formas que de matemáticas. Por eso las sociedades con mayor tradición y estabilidad democrática suelen ser también las que más cuidan los aspectos formales del civismo, la buena educación y la tolerancia…

Al grano: un conflicto doméstico por el control del gallinero entre Rivero y Soria, arrastrado desde que el segundo decidió hace casi tres años abandonar el Gobierno del primero, había hecho saltar cualquier posibilidad de entendimiento entre el PP y Coalición, y trasladado después esa situación a las relaciones entre el Gobierno de España y el de Canarias. Se trataba de una anomalía extravagante y sin sentido, que sólo el peculiar carácter de nuestro presidente local había hecho posible. Rivero gusta de presentarse públicamente como un tipo duro, una suerte de marino de ribera con muchos sexenios de mando en plaza y el alma tatuada por mil lances viriles. Pero al final, esa dureza es más una cuestión de gestos y declaraciones que de fortaleza en la defensa de sus propias creencias. Le ha bastado sentir en el cogote la presión de sus propios díscolos, y la difusión de una encuesta recordando lo obvio (que es que la ciudadanía quiere que sus representantes se entiendan desde el respeto a la diferencia), para que Rivero sacara de la máquina de escribir un par de epístolas para enterrar en ellas el hacha de guerra. Hay que felicitarse de que lo hiciera, y de que Rajoy no haya mantenido el tono belicoso. Recuperar la normalidad es las formas debiera ser la primera anotación de la agenda de entendimiento entre Madrid y Canarias. Otra cosa es que este encuentro haya servido para mucho más que para fijar la importancia de que el REF sea tratado por la actual Comisión Europea y o por la próxima, y apretar el acelerador en eso. Lo demás es propaganda de borrajas: lo justo para vestir hora y media de conversación y una foto de la tregua, largamente esperada.