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‘Deja vu’ (o como se diga) – Por Jorge Bethencourt

   

El debate sobre el Estado de la nación ha tenido menos repercusión mediática que el programa ficción de Jordi Evole sobre el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. Ya es decir. Entre dos ficciones los españoles prefieren la más corta. Y eso que la matraquilla del 23F ya hay poca gente que la aguante. Puñeta, que fue hace más de 30 años y todavía seguimos dándole vueltas al tricornio de Tejero.

De puertas adentro del Congreso se vive un país de papel hecho de decretos. Los diputados no vienen de Marte pero terminan viviendo en la Luna. Es el precio de estar en la cima de la escala evolutiva de la democracia inorgánica e institucional. Allí, en el hemiciclo del Congreso se puede hablar del paro transformándolo en cifras, porque los números no tienen rostro, ni madre, ni perro que les ladre.

Cualquier español normal sabe perfectamente el estado de la nación. Y si le preguntas te lo dirá en dos palabras: “Está jodida”. El debate entre los dos sobreros que sacan a darse cornadas es innecesario. Lo que pasa es que sobre la nación real se superpone la nación institucional, que es otra cosa. Ahí no se vive la angustia de no llegar a fin de mes. La sensación de vacío en el estómago cuando abres la carta del banco que te avisa del reiterado impago de la hipoteca. El problema de no tener dónde dejar a tu madre, con demencia senil, cuando tienes que ir al trabajo, del que ya te han avisado que te van a echar en uno o dos meses por ajuste de personal.

En la ficción de ese otro país institucional se discute de temas elevados. De esa Europa en la que los alemanes se jubilan a los 63 años y los españoles a los 67. De incentivar los contratos indefinidos a empresas que tienen perfectamente definido un futuro de cierre. Del modelo federal o centralista, cuando el verdadero modelo que se está poniendo de moda es el modelo “español muerto de hambre”.

Cuando les veo debatir, florece un jardín de tópicos que ya escuché alguna vez. Es como un deja vu. Como si cada año se repitiera el mismo debate. Y las cansinas promesas de los que mandan, tan cansinas y falsas como las promesas de los que van a mandar pasado mañana.