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Sin ‘cuenta’ de Grey – Por Carmelo Rivero

   

El fenómeno de Cincuenta sombras de Grey, que hoy, burda añagaza, no traslada su rodaje a Tenerife (era una impagable promoción en una sociedad cinematográfica, como dicen Lipovetsky y Serroy en La pantalla global), refuta el boom de otros títulos más lúcidos, aunque a toda obra superventas le acabe cegando el negocio. Hoy los jóvenes autores no sueñan con la paternidad de un discreto bestseller de los años 60 como Cien años de soledad; aspiran a destronar a la rijosa británica E.L. James escribiendo sin pretensiones escenas de porno para mamá y sadomasoquismo. El bodrio ha roto los listones editoriales precedentes: Harry Potter, El Código Da Vinci y Millenium, de Stieg Larsson (novelas que también fueron llevadas famosamente al cine), y el más reciente de La verdad sobre el caso Harry Quebert, el aceptable thriller del debutante Joël Dicker acerca del romance de un escritor treintañero con una adolescente, que es asesinada; nada que ver con los orgiásticos enredos maquinados por Grey. Lo que tenemos en la choteada trilogía sexual de moda es un parto en las letrinas literarias bajo el estilema de un erotismo recurrente, que secunda el rito de la vulgaridad editorial del año. Esta saga de sombras multiplicará, sin duda, su capacidad de penetración una vez llegue a la gran pantalla la tórrida contraprestación sexual entre el ambiguo Conde Drácula Christian Grey y la núbil estudiante Anastasia Steele. En las calas de Granadilla, al parecer, pensaba refocilarse la pareja de actores, de luna de miel, dejando al margen las tomas de dominio y sumisión, pero, o no alcanzó el presupuesto o las ventajas fiscales no eran tales. Tenía morbo, pero no era ninguna medalla esta película viral para un archipiélago-plató en 2013 de la cinta de Ron Howard (en La Gomera y Lanzarote) sobre el naufragio provocado por la mítica ballena blanca Moby Dick y del filme que Ridley Scott, el maestro de la luz, rodó también parcialmente sobre el éxodo de Moisés en una Fuerteventura transformada en el desierto de Sinaí. El consumo cultural y comercial que viene es de pronóstico reservado: los espías de la red saben qué demanda la gente en masa. Grey es un filón sicalíptico en el mundo de Big Data.