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Suárez – Por Leopoldo Fernández

   

Con el paso de los años, la historia de España situará a Adolfo Suárez en el lugar privilegiado que le corresponde por derecho propio. Contra todo pronóstico -conviene recordar aquel “qué error, qué inmenso error” de Ricardo de la Cierva, tras conocer su nombramiento como presidente del gobierno-, su arrojo, su audacia, su coraje, su valor, su osadía, su ímpetu, su intrepidez, su astucia y su determinación hicieron posibles, primero, la reforma política y, después, la apertura de un proceso democrático, tras 36 años de franquismo puro y duro. De este proceso, que él mismo encabezó como jefe del ejecutivo durante cuatro años y siete meses, arrancan una transición política ejemplar, aplaudida en todo el mundo, y el más largo periodo de paz y progreso social y económico de la historia de España, bajo el impulso del rey don Juan Carlos. Tuve la fortuna de conocer a Suárez desde su etapa al frente de TVE, en 1969, y ya entonces destacaba por un irresistible encanto personal, que atraía a cualquiera que se acercara a él y fascinaba especialmente a las mujeres. Su simpatía, su talante abierto y campechano le abrieron bien pronto las puertas de la política, empujado por su mentor, Fernando Herrero Tejedor, a quien precisamente sucedió, tras su muerte en un desgraciado accidente de tráfico, como ministro secretario general del Movimiento en 1975, ya con Arias Navarro al frente del primer gobierno de la monarquía. Suárez puso en marcha la UDPE -un embrión de partido político que se extinguió al poco de nacer, antes de que él mismo accediera a la presencia del gobierno-; la UCD -el pulmón del cambio político, que culminaría definitivamente con el espectacular triunfo del PSOE en las elecciones del 82-, y el CDS -que murió por consunción y dio sus últimos estertores en Canarias-. Con todas las limitaciones que tenía, sin el concurso de Adolfo Suárez difícilmente se habría producido en España un cambio histórico de tanto calado, en el que participaron todas las fuerzas políticas, sindicales, culturales, sociales y económicas. Y ello a pesar de los sistemáticos ataques terroristas, las intrigas internas de UCD y el permanente ruido de sables de los cuarteles. Un ruido que culminaría con el intento golpista del 23-F, en el que Suárez dejó pruebas fehacientes de su dignidad y valentía. En Canarias UCD ganó de forma arrolladora, ya que logró 10 de13 diputados y el 59,8% de los votos en las elecciones de 1977. Tal vez por tan gran triunfo, Suárez se sintió especialmente vinculado a esta tierra, celebró aquí un consejo de ministros, realizó un viaje memorable a las siete islas y acordó un buen capítulo de obras y mejoras diversas, además de ese eslogan de una hora menos en Canarias, que es la mejor promoción para las islas.