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Dieta y ejercicio físico – Por Leopoldo Fernández

   

Acabamos de leerlo u oírlo por boca del relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación: “Las dietas poco saludables son un riesgo mayor para la salud mundial que el tabaco”. La cuestión me parece de enorme trascendencia a pesar del pasotismo social y político que impera entre nosotros a la hora de aplicarnos las recetas más saludables en asuntos relacionados con el buen comer y el buen beber. Nada menos que 3,4 millones de personas mueren cada año en el mundo a causa de la obesidad, y el terreno parece abonado para seguir creciendo ya que 1.800 millones de seres humanos, de los que 45 millones son niños de menos de cinco años, andan por la vida con sobrepeso. En España la situación es alarmante porque más de la mitad de la población presenta riesgo de padecer enfermedad cardiovascular -lo que se revela por una medida universalmente aceptada: la relación cintura talla- y otros problemas de salud, como diabetes, insuficiencia renal y trastornos del aparato locomotor, además de muerte prematura y diversos tipos de discapacidad.

La propia Organización Mundial de la Salud acaba de anunciar la creación de una comisión internacional dedicada a luchar contra la obesidad infantil y de los adolescentes, porque es en este intervalo de edad en el que los buenos hábitos de consumo alimentario y de vida en general influyen de manera determinante sobre la futura salud de los adultos. En este sentido parece recomendable que el Gobierno de Canarias ponga en marcha, con el debido asesoramiento de distintos grupos de expertos, un programa integral de prevención y tratamiento de la obesidad -que incluya las políticas más oportuna para combatir un problema que no afecta sólo a países industrializados como el nuestro, sino también a los que se encuentran en vías de desarrollo-, desde la información y formación sobre nutrición y los mejores hábitos alimentarios y cardiosaludables hasta lecciones prácticas, incluyendo la promoción de la actividad física periódica, por sus conocidos beneficios para la salud. La familia, los centros docentes y los medios de comunicación social son los mejores vehículos para una nueva política de salud que redoble los esfuerzos de la industria alimentaria y de los propios consumidores para la disminución de los contenidos de dietas hipercalóricas, así como de grasas, azúcares y sales en los alimentos elaborados, tal y como recomiendan nutricionistas, endocrinos y otros expertos. Una acertada política de salud -y la alimentación y el ejercicio físico son la mejor receta para combatir la enfermedad- debe basarse más en la prevención, desde la más tierna infancia, que en la curación. No sólo es más barato en términos económicos, sino también más eficaz.