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Libertad aérea – Por Juan Carlos Acosta

   

El rechazo incontestable del Gobierno español a la aplicación de la quinta libertad aérea para Canarias no es otra cosa que la confirmación de que el discurso africanista oficial estatal para la región es poco más que papel mojado desde hace tiempo, al menos en cuanto a la aspiración de las Islas de convertirse en un hub oceánico. De un tajo queda al descubierto que una parte del proyecto tricontinental ha naufragado y que ya no hace falta andar con paños calientes ni seguir con la retahíla de las bondades archipielágicas para erigirse en plataforma de enlace hacia África tanto de Europa como desde las Américas, del Norte, Sur y Canadá. La estrategia de Madrid y Bruselas es cada vez más diáfana en ese sentido y apunta de forma inequívoca a la conveniencia de no bloquear la apuesta de Marruecos para contribuir al desarrollo de las naciones subsaharianas y para que actúe a la vez como una muralla que frene la inmigración “ilegal” desde el continente cercano. Para lo primero, las fuertes inversiones del país magrebí, que recibe fondos de cooperación comunitarios y multilaterales, en sus infraestructuras portuarias y aeroportuarias de Casablanca y TangerMed, sobre todo, habla a las claras de que esa vía ya es irreversible para el tránsito de las mercancías y pasaje entre la UE y las regiones africanas del sur a través de la cornisa marroquí. Pero también no es menos cierto que el Archipiélago ha dispuesto de tiempo suficiente en el pasado para haber armado una posición mucho más sólida que la que ahora esgrime, posiblemente debido a intereses fácticos locales de sobra conocidos y a la lamentable división de fuerzas dentro de la propia Comunidad. Al final parece que el cántaro ha ido y vuelto de la fuente tantas veces vacío que hemos perdido el crédito y el respeto para que ese ambicioso plan internacional emergiera desde Canarias. Así lo creo y así lo cuento. Ahora bien, pienso que no está todo entregado y que el despegue de Marruecos puede beneficiarnos de muchas maneras, aparte de que está por ver si Casablanca y su extensión de Tánger son capaces de absorber todas las líneas aéreas y marítimas procedentes de medio mundo desde potencias consolidadas y emergentes que pretenden aprovechar el formidable salto que se espera de los países africanos. El Archipiélago está a tiempo de enderezar el rumbo y jugar en esta partida todavía un papel relevante si terminamos de potenciar lo que nos queda, que no es poco, porque tenemos puertos y aeropuertos muy avanzados y competentes, así como seguridad, equipamientos sociales y sanitarios, Universidades y capital humano para culminar una internacionalización no solo conveniente sino vital para los próximos años.