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La renovación se corona

   

DOMINGO NEGRÍN MORENO | Santa Cruz de Tenerife

La humildad es un valor tanto en la alegría como en la adversidad. El día en que la selección nacional se despedía del Mundial, al perder su segundo partido consecutivo, en el Palacio Real se escenificaba la firma de la ley de abdicación, por la que Juan Carlos I cedía la Corona a Felipe VI. Ante semejante casualidad, no resulta caprichoso el paralelismo entre la política y el fútbol.

Tras la proclamación, el rey ha colocado en su mesa de trabajo una réplica de la Copa de 2010 en reconocimiento a una generación que en seis años consiguió dos títulos europeos y una estrella. Son los mismos héroes (más algunas incorporaciones) a los que ahora desprecian esos desagradecidos que se cuelgan las medallas del éxito colectivo y se desprenden del fracaso.

Simpatizar con quien piensa como tú o reír las gracias por afinidad no supone ningún mérito. Lo revolucionario es escuchar al diferente, aceptar que nadie posee el monopolio de las ideas, compartir incertidumbres, intercambiar certezas y asumir que de nada sirve comprender el universo entero cuando se está solo (Paulo Coelho). La verdad está escrita. Para descubrirla hay que saber leerla, aunque cabe interpretarla de distintas maneras.

Igual que en los peores momentos del deporte espectáculo, donde se mueven intereses no siempre plausibles, a los actores de la transición se les asignó un papel secundario hasta que el óbito de Adolfo Suárez les devolvió el protagonismo. En ese instante, la memoria histórica hizo revivir los acontecimientos. Muchos se acordaron entonces de que la concordia fue posible.

En ese especial sentido de la responsabilidad que justificó la dimisión del presidente, en 1981, se apoyó don Juan Carlos para andar el camino de la renovación y dio pie a su hijo para recorrer un tiempo nuevo sobre los puentes del entendimiento. “La diversidad nos engrandece”, exclamó el monarca en las Cortes Generales después de jurar fidelidad a la soberanía popular.

Desear ser “un referente de la ejemplaridad que con toda razón demandan los ciudadanos” es digno de elogio y lograr ese propósito sería un acierto. En una democracia modélica, los gobernantes deben hacerse acreedores de “la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones”. Con una “conducta íntegra, honesta y transparente”.

La mano tendida de Paulino Rivero sacudió el salón del trono. La televisión mostró al jefe del Ejecutivo canario charlando ampliamente con Felipe VI, de quien destacó su voluntad de sacar rendimiento de la pluralidad.

Entre los 2.000 invitados a la recepción estaba el mandamás de Repsol, Antonio Brufau. Se desconoce si en esa jornada de gestos cariñosos hubo derrame de miradas.


Plante cabildicio por un desplante

-Ínsula barataria. Don Quijote estiraba el bigote y el cogote antes de adentrarse en una aventura junto a su escudero, Sancho Panza, a quien unos duques nombraron gobernador de la imaginaria ínsula barataria para mofarse de él. Así se sienten los presidentes de los cabildos: engañados y burlados. En protesta por el conflicto de competencias, no se sientan en las sillas de la comisión parlamentaria.

-¿AENA será FAENA? La compañía ligera Ryanair planea aterrizar en AENA para participar en el proceso de privatización del gestor aeroportuario. Los pájaros de mal agüero presagian que a los canarios les van a cortar las alas. El personal de tierra arroja piedras, pero la gaviota levanta el vuelo.

-Precandidatos. La retirada de Susana Díaz de la carrera por el liderazgo del PSOE y el avance de Pedro Sánchez han sumido en el despiste al aparato canario, que se atasca en la duda.