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Cambia, todo cambia

   

clavijo matos

A. M. S. | Santa Cruz de Tenerife

Hablar de renovación y cambio en los partidos políticos y citar, como se hace en el titular de este reportaje, una canción de Mercedes Sosa puede parecer un anacronismo, pero pocas letras como la de su canción Todo cambia refleja lo que está ocurriendo en la mayoría de las formaciones políticas del Archipiélago.

Los susurros que avanzaban desde hace tiempo la necesidad de un relevo generacional en el panorama público de las Islas se han convertido, en la mayoría de los partidos, en un grito casi unánime y, de una forma u otra, estas formaciones comienzan a darse cuenta de que si ese cambio no se produce pueden quedar condenados a desaparecer del espectro político o ser sustituidos por otros modelos que, precisamente, venden no solo una nueva forma de hacer política, sino la aparición de rostros, normalmente, jóvenes, aunque muchos de ellos ya acumulen una larga experiencia como representantes públicos, ya sea gobernando o en tareas en la oposición.
La sociedad, el mundo de la política tal y como lo conocíamos, ha cambiado sustancialmente en los últimos años, de modo que hay quien dice, no sin cierta razón, que estamos ante una transformación profunda, ante un nuevo paradigma que exige nuevas formas de relacionarse desde las instituciones y, también, entre los ciudadanos. La ciudadanía de a pie se ha convertido en protagonista de muchos y distintos movimientos que han afectado de lleno a las formaciones políticas que afrontan el reto de adaptarse a estos vientos de cambio o correr el riesgo de desaparecer. Las últimas elecciones europeas, la aparición de Podemos y los movimientos cívicos como el 15-M han trastocado la temporalidad que suele acompañar a los procesos de cambios en los partidos políticos más tradicionales.

Es cierto que los militantes, la ciudadanía en general, no está pidiendo únicamente un cambio de caras. Pide una nueva forma de entender la política, un nuevo discurso, nuevas ideas, más cercanía y, sobre todo, un mayor contacto y permeabilidad a lo que la sociedad demanda a la clase dirigente.

A los actuales dirigentes políticos, esos que se encuentran ahora ejerciendo el poder, se les achaca, precisamente todo lo contrario. En algunos casos, como hace Podemos, les llaman “casta”; un apelativo que, aunque exagerado, sí resume esa sensación de que “los políticos” son en estos momentos “gente aparte”. El desapego hacia ellos y, sobre todo, hacia su labor es una imaginaria Línea Maginot para su supervivencia.

Y es precisamente por ello por lo que los partidos están afrontando, no sin resistencia de la vieja guardia, un cambio generacional que sea capaz no solo de hacer creíble el cambio, sino de llevar a cabo una nueva forma de entender y hacer política que demanda la ciudadanía. Y lo hacen optando por una generación de políticos, nacidos en plena transición, crecidos en una democracia ya consolidada, que ejerce su liderazgo sin acusar rémoras y miedos del pasado y convencidos de que esos vientos de cambio han llegado para quedarse aunque, para ello, sea necesario barrer a la generación de líderes que les antecede.

Nuevos protagonistas

Ejemplos hay muchos. Casos como el de Alberto Garzón, que a sus 28 años avanza rápidamente hacia la cúpula orgánica de Izquierda Unida; Pedro Sánchez, de 42 años, que se ha convertido en secretario general del PSOE tras unas primarias en el seno del partido; Pablo Iglesias que gestó y lideró a sus 35 años la mayor sorpresa electoral de los últimos años; o Albert Rivera, que también con 35 años, ha logrado dos eurodiputados.

En Canarias los partidos políticos no son ajenos a esos cambios. Las tres fuerzas mayoritarias afrontan el reto de subirse a ese carro; en unos casos empujados por la necesidad de no estallarse en las urnas en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 y, en otros, como el de Coalición Canaria (CC), como respuesta, además, al clamor de una buena parte de sus bases que ven peligrar su hegemonía en muchas de las instituciones más relevantes del Archipiélago en las ultimas décadas.

La era Pedro Sánchez

El PSOE no se queda atrás. Aunque nadie mueve ficha a la espera de ver el nuevo rumbo que marcará Pedro Sánchez desde la Ejecutiva Federal, lo cierto es que José Miguel Pérez, al igual que Paulino Rivero, parecen no encajar en los planes de aquellos que apuestan por el nuevo viento de cambio que, aspiran, llegará para quedarse. En la formación socialista, por lo menos desde Tenerife, suenan nombres como el de Patricia Hernández y, sobre todo, de Gustavo Matos (aunque a su sombra Javier Abreu es el muñidor de muchas de estas cuestiones) para asumir el relevo generacional en la ejecutiva regional. Queda por ver cómo se concreta el cambio de carteles de cara a las elecciones en instituciones significativas como el Cabildo de Tenerife pero, lo que está claro, es que difícilmente José Miguel Pérez podrá salir indemne del cambio generacional. Fuentes socialistas aseguran que, una vez conocido el resultado en las primarias federales, los cambios vendrán en cascada de arriba hacia abajo y que esa marea será imparable. Y ahí, gracias a su apoyo a Sánchez, Matos y Abreu tienen todas las que ganar. Además, uno de los argumentos que utilizan los que apoyan el citado relevo es que en todos los casos citados ya hay una trayectoria en la arena política e, incluso, en tareas de gobierno.

En el caso del Partido Popular, la cosa no parece sencilla. La siempre incierta vuelta de José Manuel Soria parece cada vez más complicada. El desgaste de imagen que está sufriendo en Canarias en asuntos como el petróleo empiezan a convertirlo en tóxico, electoralmente hablando, por lo que en esta formación todo puede ocurrir cuando se abra el melón de las candidaturas. Entre los que más suenan destaca María del Carmen Hernández Bento, actual Delegada del Gobierno en Canarias, que podría parecer que quedaría fuera de ese cambio generacional, sin embargo, su desgaste mediático en las Islas, y dentro del partido, es menor que el del propio José Manuel Soria, que durante años ha dirigido la formación con puño de hierro y sin permitir que florecieran liderazgos que le pudieran hacer sombra. Otros nombres posibles son los del palmero Asier Antona, que se ha encargado de la dirección del PP en el día a día desde que Soria marchó a Madrid, y, en el caso de Tenerife, el de Manuel Domínguez, sin duda el político tinerfeño que puede representar ese “cambio generacional” al que están abocados los partidos.

Rivero vs. Clavijo

Por su parte, Coalición Canaria vive en estas semanas su momento más decisivo de los últimos años Contra todo pronóstico, la formación nacionalista ha superado los escollos insularistas y desde dentro del propio partido una parte de las bases le ha plantado cara a Paulino Rivero de cara a la elección del próximo candidato a la Presidencia del Gobierno. Fernando Clavijo, 42 años, es el elegido por ese sector de los nacionalistas que quiere relegar -él, de momento, se resiste y tiene aguante- a Rivero y su generación para afrontar el reto de recuperar la ilusión entre la militancia nacionalista primero y de la sociedad después y superar el desgaste de estos últimos ocho años de un gobierno azotado por la crisis. Sin embargo, ese giro no será sencillo. Es cierto que algunos rostros del nacionalismo de CC han dado un paso a un lado, caso de Ricardo Melchior, pero muy pocos creen que vaya a ser la norma. De hecho, el enfrentamiento Rivero-Clavijo no solo esconde un cara a cara entre dos posibles carteles electorales, sino entre dos modos de querer afrontar el futuro del partido en un momento delicado.