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Ciudad de locos corazones – Por Gabriela Gulesserian

   

Cuando Fito Páez editó Ciudad de pobres corazones, su disco más oscuro, se acababa de enterar del asesinato de sus abuelas en Rosario, ciudad en la que nació. En ese momento, el cantante se encontraba en Brasil, el mismo país en el que este año se celebró el mundial de fútbol. En Rosario, la final de la copa del mundo se vivió el domingo de una manera diferente. Quizás porque es un municipio donde se respira fútbol desde siempre y porque este este año la Selección Argentina tuvo cinco alegrías de Rosario y pueblos de alrededores, como es el caso de Lionel Messi, Angel Fideo Di María y Ezequiel Garay, o Javier Mascherano, de San Lorenzo y Ezequiel Pocho Lavezzi, de Villa Gobernador Gálvez,que se encuentran a escasos 20 kilómetros. Anteayer no fue un día cualquiera para los argentinos. Y menos todavía para los rosarinos. Los habitantes de la ciudad de “locos corazones”, como también la llama Fito, sintieron la derrota en lo más profundo de su alma pero aún así hubo quien tímidamente se acercó al Monumento a la Bandera para apoyar a sus compatriotas, se animó a coger el coche y recorrer algunas calles dando pitadas o se asomó al balcón para gritar: “Aguante Argentina, Masche te re bancamos, sós el mejor”. Quienes guardamos cierta nostalgia por haber pasado allí parte importante de nuestras vidas y tuvimos el privilegio de compartir con la familia y los amigos la final de la Copa del Mundo, precedida por una buena mesa y acompañada por mate, no pudimos evitar emocionarnos cuando escuchamos la voz quebrada de Mascherano o comprobamos, aunque sea a través de la pantalla del televisor, las lágrimas del Fideo, las mismas que ni siquiera pudieron contener los más pequeños cuando pasadas las 18.30 horas Alemania se proclamaba campeona del mundo.

Argentina se encuentra actualmente inmersa en una grave situación política, económica y social encabezada por el procesamiento de su vicepresidente Amado Boudou. En Rosario, esta realidad se agrava por el narcotráfico, una realidad que provoca desde 2004 un aumento de muertes por el consumo de estupefacientes y que todavía ningún gobernante ha podido detener. El esfuerzo de los pibes de la selección, más allá del papel controvertido que tuvo Lionel Messi o de los actos vandálicos y los destrozos que provocaron las bandas en Buenos Aires, mereció que, al menos por un instante, el pueblo argentino pudiera olvidarse de sus males y alcanzar una pequeña y ansiada cuota de felicidad.