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por qué no me callo>

Manuel Rivas – Por Carmelo Rivero

   

El poeta y narrador gallego Manuel Rivas extrajo un verso de Rosalía de Castro, “todo é silensio mudo”, para titular su novela negra Todo es silencio, en la que vuelca los bajos fondos del mar de las rías, el mar de la vida y de la muerte, que “empezó echando naranjas”, como pretendía nuestro Pedro García Cabrera, “y acabó echando muertos, entre los que llegaron fardos de cocaína”. Es sintomático que el narcotráfico gallego de los sesenta a los ochenta adulterara ese mar antes que el chapapote del Prestige en 2002, que a Rivas lo trajo de cabeza, tras oponerse a los vertidos nucleares en un palangrero que casi le cuesta la vida dos décadas antes. Nadando el viernes con los cetáceos de Arona en compañía de Sergio Hanquet -su ‘Capitán Nemo’ para la excursión-, recordó al calderón que brotó de un mar boquiabierto cuando los grandes mercantes noruegos tiraban los bidones nucleares a la sordina bajo la niebla de la noche. En la misma novela afirma que el mar habla a través de signos. “A la mar fui por naranjas,/cosa que la mar no tiene,/metí la mano en el agua,/la esperanza me mantiene”, recordaba haber oído recitar de niño el poeta de Vallehermoso de la facción surrealista. El mar da sus frutos y disgustos. Los cementerios radiactivos fueron prohibidos en las fosas submarinas a causa de las protestas. “A veces cosechamos algunas victorias, en medio de un sinnúmero de derrotas”, señaló el autor de Qué me quieres, amor al recibir el premio Son Atlántico, que se clausuró este fin de semana en Arona. Hay una doble vida que habla de Rivas en lo recóndito de su cámara estenopeica de poeta y fabulador y de activista, ese anfibio que se mece en los océanos de la literatura con la piel del agua, alerta a todas las amenazas. Estamos, a juicio de este socio fundador de Greenpeace, en los estertores de la edad del petróleo (que es el “excremento del diablo”, como decía el ministro venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo, el ‘padre de la OPEP’), y compara a Repsol con la poderosa United Fruit del banano latinoamericano: el vasto imperio de una multinacional, al fin y al cabo. Está en juego, en el origen de estas verdades incómodas, la ecología de las palabras, que es llamar a las cosas por su nombre, a salvo de las agresiones ideológicas, como desenmascaró con el escalpelo oculto el filólogo Victor Klemperer en la Alemania nazi. Con la palabra se hacen proezas. Viene de escribir un libro sobre Vicente Ferrer en la India, donde un hombre dalit (intocable) le dice que el mayor cambio que agradece al misionero español en Anantapur es, amén de los pozos, escuelas y hospitales, haberle ayudado a perder el miedo a hablar. A veces, todo es silencio, y es lo peor.