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El servicio público que…- Por Sergio García de la Cruz

   

Presta la policía. Hace unas semanas dejaba sentadas ciertas premisas que debían primar desde una perspectiva exterior de la policía como servicio público, ahora, y para que  se logre este objetivo es menester que se proyecte desde un complejo sistema de (des)engranajes. La ineficiencia y la falta de confianza en un entramado ternario compuesto por la policía, la justicia y el sistema penitenciario contribuyen a que la criminalidad prospere y se pierda la confianza en estas instituciones por parte de la sociedad. Esto nos conduce a un descalabro que se traduce en una apatía social que solo beneficia al criminal.  Siempre ha existido una relación muy estrecha entre los regímenes políticos y estas instituciones. La policía especialmente no puede ni debe convertirse en un instrumento político y mucho menos en una forma ilegal de financiación ejercida con celo por la Administración, ni sus logros tienen que ser extrapolados a una campaña política, lo que no quita que sirvan de acicate para redoblar el trabajo bien hecho.

Los tres órganos de gobierno de este país tienen competencias en seguridad pública y esto ha derivado en una dispersión y falta de coordinación, sin olvidarnos del protagonismo que tendrá la seguridad privada en la esfera pública en breve. La seguridad está pasando de ser un bien público a cederse parte de ella como un bien comerciable, de la cual se pueden beneficiar quienes tengan un mayor poder adquisitivo.

Tras la Revolución Francesa podríamos extraer dos modelos policiales predominantes: uno, el continental o latino y, el otro, el anglosajón basado en los principios de Robert Peel, Primer Ministro del Reino Unido y creador de la Policía Metropolitana de Londres, primer cuerpo de policía moderno y futuro Scotland Yard, mucho más acorde a nuestros tiempos donde la proporción de policías locales era mayor que la del Estado, entre otras cosas; en cambio, en el latino no solo se produce una inversión de la proporción sino que su oriflama es la represión del delito y la reactivación. En la actualidad, en este país, se instrumenta un modelo equidistante, craso error.

Algunos de los principios más desatacados de Peel son que todo agente de policía debe llevar visible una placa con su número para asegurar así la responsabilidad de sus acciones. Es importante que la efectividad de la policía no se mida por el número de arrestos sino por la ausencia de crimen y, por encima de todo, una figura de autoridad efectiva que se debe basar en el paradigma de la confianza y la responsabilidad. La policía es la ciudadanía y el ciudadano es el policía. La policía no puede convertir en un mal necesario.

Las dos grandes ciudades de esta provincia en breve contaran, no solo con una mujer al frente de la policía local, sino con dos. Ambas llevan como estandarte una policía de servicio público defensoras de los principios de Peel a pesar de que llevar estos a cabo suponen una lucha constante en la que te tienes que ir abriendo paso por caminos complejos, no obstante, al igual que Santa Cruz de Tenerife, La Laguna está de suerte con esta próxima llegada.
 
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