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Adiós a todo eso – Por Francisco Pomares

   

Al contrario de lo que parecía, no se abrieron los cielos, ni tembló la tierra, ni una cadena de plagas y calamidades se enseñoreó de las Islas. Tras la decisión del Consejo Político de apoyar a Clavijo frente a Rivero, aquí lo único que ha pasado es que los de Clavijo (que desde el viernes por la tarde son muchos más) están de bastante contentos a eufóricos, y los de Rivero (que ahora son menos) están desconsolados, pensando en qué harán a partir de mayo del año que viene. Por lo demás, sin novedad en el Alcázar: Clavijo y Rivero volvieron a verse las caras en la procesión del Cristo, los dos endomingados para la ocasión, con una pletórica Ana Oramas rondando por allí con exultante cara de triunfo.

Y es que los colegas del alcalde pueden permitirse la satisfacción pública de que Clavijo ganara, pero él no puede: Clavijo empieza ahora un tiempo de espera en el que tiene que medir muy bien los gestos y los tiempos y resolver cuanto antes dos asuntos críticos: su propia sustitución como candidato a la alcaldía de La Laguna, aún pendiente de plantear, y el control del aparato orgánico del partido, quizá con la celebración de un Congreso extraordinario cuya convocatoria podría verse forzada por el anuncio de Barragán de que va a presentar la dimisión.

La dimisión de Barragán, adelantada por Canarias7, si se confirma, además de ser un gesto poco común en la política de las Islas, supondría el reconocimiento del agotamiento del equipo político que ha acompañado a Rivero en los últimos años. Un equipo que se irá desintegrando y recolocando en los próximos días. La lista de los pendientes de nuevo destino que acompaña a los cambios de régimen se hace interminable.

Y Rivero no va a poder ocuparse de ellos. Al fiarse de los traidores que le vendieron a él y a Clavijo el mismo voto, creyó hasta el último minuto que estaba en condiciones de ganar, y quemó hasta la última de sus naves. Ahora no tiene chance para negociar ningún acuerdo con Clavijo. Cuando deje el Gobierno, lo mandarán a casa, sin siquiera darle las gracias. No van a ofrecerle ni el premio de consolación de una pasantía en Madrid, o de un carguito consultivo.
A Rivero le queda para cerrar su mandato con dignidad seguir instalado en el pleito con Madrid a cuenta del petróleo, avanzando en la convocatoria de una consulta popular que -además- lo más probable es que no llegue jamás a celebrarse.

Un mal final de fiesta para un presidente que ejerció el poder como ningún otro, con absoluta discrecionalidad y cuyo mandato será recordado por no haber tenido ni dado muchas alegrías…